EN LLEGANDO EL
CARNAVAL
¡Llegan las
Carnestolendas!
Frivolidad,
desenfado...
El mundo alegre,
alocado,
entre escarnios
y fachendas.
¡La Religión se
ha olvidado!
¿La Iglesia?
¡Que se retire!
¡El Poder, que
no nos mire!
¡El Orbe está
desbocado!
La “Rúa” lleva
el pecado
y, el pecador,
satisfecho;
pues… pecar es
el Derecho
que viola lo
censurado.
Irreverente, y
fugaz,
se nos muestra
una comparsa.
“La vida –hoy-
es una farsa
divertida y
contumaz”.
Tapadas -tras
la careta-
la virtud se
hace abyección;
la sensatez,
sinrazón;
y la prudencia,
indiscreta.
El mal parece bondad;
la idiotez,
inteligencia;
y, azuzando sin
clemencia,
chirigota y
zafiedad…
El planeta va
al revés.
¿La realidad?
Una sorna
que a las
mentes las trastorna.
(Nadie sabe ya,
quién es).
¿Yo? Pienso -en
mi anonimato-:
¡Ojalá fuera
real
que el bien se
impusiera al mal
toda la vida! ¡Qué
ingrato!
No haría falta
un Carnaval.
De un Hada, con
la varilla,
dar la vuelta a
la tortilla
de una
aspiración vital.
¡Ay! ¡Miércoles
de ceniza
que entierras
divertimento!
¡Tú nos traes el
tormento
que aprisiona y
esclaviza!
Todo vuelve a
su lugar:
vuelve el pobre
a su pobreza,
vuelve el rico a
su riqueza…
¡Y el gobernante,
a medrar!
¡La vida es un festival
sólo tres días
al año!
Un espejismo…
¡Un engaño,
el bendito
Carnaval!
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