lunes, 2 de abril de 2018

Crónicas del Orbe


En los tiempos en que solo quedaba en todo el Orbe una única raza, los Idnum, descendientes de los seres humanos, surgió una gran Bestia llamada Dadlam, de insaciable apetito. Su auge se debió al vasallaje y seguimiento que le ofrecían los Natirri, grupo evolucionado de Idnum que sustentaban cargos de relevancia y llevaron al Orbe a la inexorable extinción. El Orbe pudo tener en el pasado condiciones idóneas para los humanos. Toda la información se encontró en recopilaciones visuales y documentos que éstos dejaron para la posteridad.

A partir de entonces la vida debe competir con un gran Súper Desierto. Un lugar descomunal, inhóspito, carente de alimentos y vegetación. Bajo la superficie de los océanos nada se mueve, todo está tranquilo. Las criaturas que poblaron alguna vez las vastas aguas murieron en lo que fue una lenta extinción. Los océanos se salaron tras la derrota de Arreit, la Mole que plantó cara a la Bestia secundada por los Idnum afines. Los seguidores de ésta, eran inferiores en fuerza y numero ante el avance desmedido de Dadlam. Arreit fue hecha prisionera y encadenada y lloró durante siglos de cautividad. La sal de sus lágrimas invadió ríos, lagos y llegó al mar y acabó lentamente con todo animal que se desarrolla en el Orbe. 

Cuando la Bestia Dadlam y sus seguidores cayeron vencidos por la inanición, después de haberse hecho con todo lo que de valor hallaron en el Orbe, pusieron sus miras en las estrellas. Pero las estrellas y sus compuestos eran elementos de difícil alcance, gastando todas sus energías en explotarlas sin demasiado beneficio.
Faltos de producto del que adueñarse, la Bestia y los Natirri desaparecieron sin que nadie supiera cómo fue y dónde habían ido.

  Nuevos seres llegados de las estrellas originaron la esperanza de los Idnum. Los Ajeba, prototipo de evolución futurista, liberaron a Arreit. Estos entes parecían estar preparados en lo necesario y preciso para recuperar el Orbe. Bajo su consejo se cavaron zanjas por debajo de los veinte metros, para evadir el calor tórrido del día. Plantaron extraños vegetales de doble raíz que trajeron con ellos. Estás plantas, con una raíz aferrada al suelo y la otra al aire, disponían de movilidad en los extremos aéreos para captar durante la noche las pequeñas gotas de humedad que se forman con la caída de la temperatura nocturna.
  Los Ajeba son seres cuánticos constituidos por pequeñas partículas y quark. No disponen de una anatomía estructural sino que se mantienen unidos por la fuerza de adhesión electromagnética. Estos elementos poseen la particularidad de desintegrarse solo con invertir esa fuerza y convertirse en seres individuales, sin perder la condición de colectivo. Se mueven por el espacio-tiempo como exploradores.
  Los límites de estas entidades son casi inexistentes y, cuando la humedad es excesiva, cubren los rayos del sol con millones de sus partículas, y evitan así problemas de excesiva humedad y por tanto, y por extensión, de la sal.    
  Las exploraciones periódicas de los Ajeba, ofrecieron beneficiosos resultados. Con la liberación de Arreit se había conseguido agua dulce en el planeta. ¡Los Idnum estaban salvados!
La recuperación del Orbe no se hizo esperar. Poco a poco las aldeas se recobran.     Las ciudades tienen de nuevo razón de ser, como grandes metrópolis que prosperan. Arreit, la Mole, se muestra satisfecha. Y entonces tal como desaparecieron, resurgen los Natirri… y la Bestia; ¡Dadlam! Pero esta vez están preparados… Los Idnum cuentan con los Ajeba.  
                                                                               

     Auri García 17/04/17



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