viernes, 9 de marzo de 2018

LAS NOCHES DE FRÍO


Las huellas de amor.
Siempre son profundas
regando el dolor
que cada día abre
del sueño perdido
del que siente hambre.
Más la luna con luz amorosa
vigilante, inmóvil, diáfana,
se esparcía en el cielo tranquilo,
calmando las almas,
recuerda a la niña
que besos le daba
con tanta ternura
que nunca olvidara.
Pensaba en las noches, feas y amargas;
en la alcoba sombría y callada,
sin rastro de amor
de esa bella cara
que en su corazón
ya siempre reinara.
Las tinieblas cubrían su rostro;
pesimista en la nave se hallaba.
En la vieja cama,
tan solo pasaba
las noches de frío
¡con hielos, con aguas!

Sintiendo silbar
viento en la ventana.
Ya encadenado, al sueño pensaba;
que perdió su vuelo una madrugada.
Mirando al cielo, esa estrella roja
¡tan roja pensaba!
Y tiñó su vida
de verde trigal y amapolas blancas.
Se perdió en la niebla
buscando a su amada
su primer amor.
¡Las huellas pasaban!
Cerró los ojos, como un espejo
cubierto de espuma, espuma y sueño.
Era excitante ese nuevo lecho.
Miró el camino, ¡estaba desierto!
No eran arenas lo que el pisaba;
recobró aliento y gritó muy fuerte
¡Ya no tengo hambre! Tengo ilusión.
¡El corazón arde!



Gracia Espino



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