jueves, 3 de junio de 2021

Recital de mayo. Pilar Solís

 

DIOS EN MI BARRIO

 

Dios, se encuentra últimamente jugando

entre dos calles de mi barriada,

no le importa si llueve o aclara, total, ¡dice que él ya no tiene el mando de las nubes, ni de nada!

 

Dios, se viste ataviado con una sábana azafrán,

y saluda a los coches que pasan,

los torea con una vieja chaqueta prestada o quizá encontrada en cualquier cochambral,

saluda a la gente, y la plebe lo mira, y avanzan unas ligeras y otras a paso normal.

 

Dios te mira con media sonrisa en su boca

¡Y te señala simulando que tiene reloj!

¡Que, niña, te has pasado del toque de queda!

¡Y que él para eso, tiene abierta la veda!

 

Dios bebe su vino, como si en Canaán se encontrara, y solo está sentado

 en la silla gris metal del bar Dominó, donde los asiduos le invitan al caldo, e incluso al juego,

pero él no juega, ¡no quiere más azar en la vida, parece importarle ya todo un comino! Todo menos el vino.

 

Dios se levanta  de su gris silla y cede el paso,

cogiéndola del brazo, a la desvalida anciana

que pasea de tarde o de mañana.

 

Dios suele estar en el hospital día sí,

día también, con su pulsera de ingreso,

pero al poco tiempo, como en el templo,

se lo llevan preso.

 

Dios es temido, es perdonado, es llamado

locamente un alocado.

Vive la vida como quiere  y casi

siempre  dormita en un vado.

 

 Ver a Dios no es fácil, los chiquillos de la escuela ¡sí lo ven casi a diario!

Los que ya perdieron la inocencia lo ven los días que está alegre en el barrio y tranquilo con su conciencia.

¿No ha de tener conciencia un alma divina? Cada cual con su creencia.

 

¿Será qué, y me pregunto, está tan cerca y a la vez tan lejos, hoy su pensamiento del nuestro? A pesar de esto, en primavera regala flores, en Filomena jugó con nieve, en el tórrido verano se descamisa y cuando llueve, cuando llueve te presta su roto paraguas verde.

¿Sin más, será que Dios existe?


Pilar Solís

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