jueves, 16 de diciembre de 2021

LA ORILLA VERDE

 

                   

Entonces dice el poeta

que Córdoba solo hay una

con la luna que la guarda

y el lucero que le guiña.

 

Él conoce esa ciudad

sus sierras y su campiña

y en sus sueños sin querer

más de una vez la visita.

 

El Guadalquivir callado

va pasando por los puentes,

se para para cantarle

al más viejo, que es más fuerte.

 

Al lado de la Mazmorra

su orilla verde se pierde,

se va tiñendo de rojo

con lamentos de sus gentes.

 

Descalzo va el corazón

para no causar ni ruido,

por sus callejas judías

se viste de peregrino.

 

La Sinagoga es pequeña

pero guarda los recuerdos

de lo que allí se vivió:

convivencias de otros pueblos.

 

Tus calles huelen a cal,

ventanas con celosías

que a la mujer cordobesa

ocultaban y escondían.

 

Más cuando miran sus ojos

en penumbra de esa casa

el hombre queda hechizado,

¡loco se toca su barba!

 

El murmullo de sus fuentes

que a los jardines refrescan

con la guitarra que canta

esos cantes de esa tierra.

 

Ellos quieren alejar

¡las penas y las miserias¡

Y cantan el cante jondo,

ese cante de tristeza.

 

Cuando la envuelve la bruma

vuela la imaginación,

su grandeza y esplendor:

como Córdoba, ¡ninguna!

 

 Gracia Espino

 

 

 

 

 

1 comentario:

  1. Un hermoso poema. Recordando a Córdoba caminas por sus calles y, te detienes a cada paso para recordar los tiempos que ya se fueron, pero que, en el recuerdo siguen vivos. Hoy, gracias a nuestra entrañable poeta Gracia Espino.

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