Desde el año 2010 hasta hoy, entre recortes y
congelaciones por un lado; y la subida brutal de los precios, por el otro; las
pensiones se nos han quedado “enanas”. Este poema intenta reflejar la situación
de muchos pensionistas.
POBRECITA MI PENSIÓN
¡Pobrecita, mi
pensión!
¡Cuán frágil y pequeñita!
¿Por qué tamaña agresión?
¡Lo que se da no se quita!
El dinero que
percibo
no es un “regalo especial”.
Es mi derecho más “vivo”.
El más digno. El más vital.
Muchos años cotizados
para poder jubilarnos.
Dineros que –malgastados-
quieren volver a cobrarnos.
Todos
derrochan caudal:
las entidades locales,
la Administración Central,
gobiernos territoriales…
“Los pensionistas
hoy son
una carga inaguantable”.
Nos ha insultado un “chupón”
en tono vil ¡Miserable!
¡Matadnos, ya,
de uno en uno!
¡Y así no hay jubilaciones!
Este es el modo en que alguno
pretende dar soluciones.
Con mi pensión
malvivimos
mis hijos, yo y mi mujer.
Por la mañana pedimos
para –en la tarde- comer.
La nevera está vacía;
el agua me la han cortado;
el tendero no me fía…
La casa me han embargado.
Somos avecillas
presas
en garras de un gavilán.
Nos engañan con promesas
mientras nos roban el pan.
“No se
preocupen ustedes,
que nosotros lo arreglamos”
-nos dice desde el “Mercedes”
que, entre todos, le pagamos-.
¿Qué hicisteis
con nuestra hucha?
¿Quién tiene nuestro dinero?
¡El que pasa hambre no escucha!
¡Mi paga… es lo que yo quiero!
¿Dónde están los
“verdes brotes”
que anunciabais con furor?
¡“Perico el de los Palotes”
gobernaría mejor!
Luis
Arranz Boal
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