¡ÉRAMOS TAN JÓVENES!
Con los mismos juegos, en las mismas calles,
en la misma escuela y el mismo recreo…
yo con mis amigos, tú con tus amigas,
las mismas leyendas, con los mismos ecos
fuimos aprendiendo; nos hicimos grandes
y nos creció el pecho; a ti para ser madre,
a mí, un buen obrero.
Nos dimos las manos, juntamos deseos,
y unimos las fuerzas para defendernos…
Nacieron dos rosas y un clavel, ¡tan tiernos!
Nos multiplicamos para protegernos.
Si había rencillas, salíamos andando
hasta el olmo viejo y cuando volvíamos,
solo iba una sombra por nuestro sendero.
Ante nuestros ojos los hijos crecieron
e igual que nosotros alzaron el vuelo.
Y nos arrimamos más a nuestro fuego
porque, al irse ellos, el día y la noche
volvieron a ser nuestros.
Pero... ¡Ay la vida! Se giró de espaldas
para que no viéramos su astuta mirada.
Fría, implacable, dio la puñalada.
Ella... que un buen día nos dio la ilusión,
nos dio la confianza, nos dio la honradez,
nos colmó de un amor casi sin palabras…
y ahora exigía sin tregua pagarla.
No quiso partir la dicha adeudada
y se llevó tu vida, porque con tu vida
la mía llevaba.
Te fuiste doliente agarrada a mi alma
que por no seguirte quedó desgajada.
¡Éramos tan jóvenes! Dos palomas blancas
que siempre aletearon a la par sus alas.
¿Qué es una vida cuando así se ama?
Te fuiste sin mí, mi paloma blanca,
mi cuerpo en la senda, ni la sombra marca.
Ángeles Martín Millán
2-9-2018
Éramos tan jóvenes: un gran poema, sencillo, pero que nos presenta una realidad cotidiana. Antes de este momento trágico que puede llegar al final del otoño, puede haber muchos poemas, cada historia, pienso yo, es un poema. Las vivencias van transcurriendo, mejor o peor vividas. Pero todo tiene su fin, como señalaba una canción de "LOS MÓDULOS" en los años sesenta.
ResponderEliminarÁngeles Martín, ha expresado con mucho realismo y bastante exactitud, una situación bastante cotidiana.
Por ello y, por su voz agradable la felicito.