sábado, 2 de mayo de 2020

AURI GARCÍA: Reflexiones en días iguales a otros


          DIARIO DE UNA CATÁSTROFE

   He despertado y aún ensoñiscada doy vueltas en la cama. Estoy enredada en las sabanas y eso quiere decir que no he dormido bien. Por un hueco, asoma uno de mis pies y me dice que aún hace frío tan temprano.  Miro hacia la ventana con la persiana a media asta. Ensimismada me digo que debería levantarme. Por otra parte, pienso… ¡por qué tanta prisa! Hoy está nublado de nuevo, adiós a los diez minutos que me tomo en el balcón orientado a la salida del sol. Adiós al rato que disfruto leyendo dejando que el aire y la luz me den de lleno en la cara. Adiós a regalarle a mis ojos el único paisaje que puedo permitirme, mirando las montañas a lo lejos e imaginándome que tengo alas y que, con ellas, voy a poder desplazarme hasta allí.
  Han cambiado tanto la cosas que no reconozco la ciudad donde vivo. Las calles me recuerdan esas películas futuristas catastróficas, y el patio de la comunidad ahora en silencio, no me trae sonidos de juegos, gritos y risas de niños.
  La humanidad nos hemos pasado toda la existencia queriendo dejar huella en la tierra y ahora nos damos cuenta de que la naturaleza nos encuentra prescindibles. El ser humano no le es necesario a la vida del planeta, no como nuestra soberbia nos hacía creer. Con nosotros controlados y sin salir de casa, la selva vuelve a adueñarse de las ciudades y a crecer en las rocas y en las casas edificadas y los animales libres del predador principal, (el hombre), campan y pasean por las calles; con la altivez de un ciervo, la fiereza de un jabalí o la inocente incursión de un conejo en los jardines, huertos y calzadas.
   Hoy he descubierto un nido de abejas en una grieta de los ladrillos de mi ventana y la experiencia me recuerda que si, a mi pesar no pongo remedio, estos pequeños seres laboriosos invadirán como otras veces lo han hecho, la vivienda. Si os digo la verdad, se me eriza la piel solo de pensarlo, tanto dejar que me invadan como exterminarlos.
  Robustiana no me da miedo ni me molesta, somos viejas amigas. Cada año, apostada en el cristal fijo de la fachada en verano, da buena cuenta de los insectos que por allí pasan. No debe de ser la primera que un día descubrí. Llevo muchos años en este piso para que sea la misma. Yo creo que es una descendiente, de una descendiente, de una descendiente. Pero yo, que no puedo saberlo con certeza, no le he cambiado el nombre y sigo llamándola así. Robustiana es una salamanquesa. No perdón, es mi salamanquesa. Ya pronto, debido al buen tiempo saldrá de su escondite y yo acudiré a nuestra cita nocturna en el cristal.
  A la hora acordada suenan los aplausos, que son los auténticos espantapájaros que sin pretenderlo hemos creado. Las aves deben de creer que nos hemos vuelto locos. Muchas de ellas han estado en jaulas y no se les ha ocurrido nunca dar palmas —respetemos que su percepción de la vida difiere en mucho de la nuestra y que el motivo que nos mueve a las ovaciones es solidario. Siendo persona de riesgo no salgo para nada a la calle. Y el momento de los aplausos es una de las ocasiones en el que puedo sentirme parte de algo importante, emocionarme y comprobar que no estoy sola.
  Vamos a perder el olfato y el tacto. Nuestras imágenes son todas prefabricadas por los grandes auges del momento online, que más que nunca ha tomado los dominios de la información y la comunicación. Todas las cosas que vemos, leemos y oímos huelen a Microsoft y a Hardware recalentado. Y sin el calor de aquellos que nos las envían serían muy frías y no tendrían el mismo valor. Las flores nos llegan sin olor y a pesar de que la primavera debe estar en su esplendor, ajena a todo lo que no sea reactivar la flora y la fauna, nosotros jugamos a adivinarla desde la distancia; en los árboles urbanos valorando la cantidad de hojas y observando las flores en las macetas que adornan los balcones de nuestra comunidad y agradeciendo a familiares y amigos por esas fotos que nos envían de su jardín o terraza particular.
  Mas, ante todos y cada uno de los contratiempos, se encuentra en nuestro interior el ancestro, el guerrero incansable de la evolución, que no ha tirado la toalla. Nuestra capacidad de adaptarnos nos llevó a los grandes saltos graduales que supusieron y han supuesto, que, a pesar de los momentos críticos llenos de obstáculos con los que tropezamos en nuestros orígenes y que se fueron sorteando, hayamos llegado, no sin esfuerzo, a nuestros días.
  Y a los que han caído, por desconocimiento del enemigo y de sus armas, les debemos un homenaje póstumo, desde lo más cálido de nuestro corazón.
  Los que podamos continuar lo deberíamos hacer sin olvidar lo que ha pasado. Tomando buena nota de nuestra fragilidad, que un simple microorganismo puede erradicar nuestra permanencia en esta nuestra casa llamada Tierra. Porque lo importante es levantarnos y que ondee en el mundo la bandera de la victoria. Y así poder decidir si pasear, sola o acompañada, si bajo el sol o bajo la lluvia con el aliciente del contacto con la humedad del agua, el olor de hierba fresca y la tierra mojada, que tanto bien regalan a nuestros sentidos. Y una vez vencido el invasor podamos disfrutar de nuestro planeta como el hermoso hogar único e irrepetible, que ha sido recuperado.


Auri.
 
  


4 comentarios:

  1. Auri, una reflexión muy apropiada en estos tiempos. La haces con la maestría de las palabras adecuadas y con una descripción casi de disección de la realidad. Me ha encantado Auri, enhorabuena!! 😘

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  2. Me ha emocionado tu relato Auri, es tan completo que creo que no te has dejado nada, desde esas sensaciones que vamos viviendo a diario, hasta esa Robustiana que has aceptado como amiga en los días de confinamiento. Desde luego, intuyo que mientras tengas esa forma sentir y de expresar las palabras no te sentirás sola, porque nosotros estamos aquí, esperándolas. Es tan bello tu relato, que a pesar de esa dura realidad que expresa no deja de entrar en los sentidos como algo hermoso, casi como si fuera otra realidad. Ya sabemos que hay muchas formas de exponer o de ver las cosas. Tú la has relatado, diría yo, de la mejor y más bonita forma. Auri, eres fantástica, ya sea poema, ya sea relato, eres capaz de llegar a nuestros corazones.
    Felicidades Auri.

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  3. Auri, tu relato es una perfecta descripción del momento que nos está tocando vivir. Un paseo por cada detalle de forma descriptiva y profunda. Una expresión lingüística impecable. Un relato pleno de sensibilidad. Lo malo que es el virus y las cosas buenas que está inspirando en escritores y artistas, y tu eres una de ellos. Un abrazo, amiga. Recuerdos a Robustiana.

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  4. Gracias por vuestros comentarios. Llegar al lector es a lo máximo que se aspira.a mi también me llega vuestro calor.

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