DIARIO DE UNA CATÁSTROFE
He despertado y aún ensoñiscada doy vueltas en la cama. Estoy enredada en las sabanas y
eso quiere decir que no he dormido bien. Por un hueco, asoma uno de mis pies y
me dice que aún hace frío tan temprano. Miro hacia la ventana con la persiana a media
asta. Ensimismada me digo que debería levantarme. Por otra parte, pienso… ¡por
qué tanta prisa! Hoy está nublado de nuevo, adiós a los diez minutos que me
tomo en el balcón orientado a la salida del sol. Adiós al rato que disfruto
leyendo dejando que el aire y la luz me den de lleno en la cara. Adiós a
regalarle a mis ojos el único paisaje que puedo permitirme, mirando las
montañas a lo lejos e imaginándome que tengo alas y que, con ellas, voy a poder
desplazarme hasta allí.
Han cambiado tanto la cosas que no reconozco la ciudad donde vivo. Las
calles me recuerdan esas películas futuristas catastróficas, y el patio de la
comunidad ahora en silencio, no me trae sonidos de juegos, gritos y risas de
niños.
La
humanidad nos hemos pasado toda la existencia queriendo dejar huella en la
tierra y ahora nos damos cuenta de que la naturaleza nos encuentra
prescindibles. El ser humano no le es necesario a la vida del planeta, no como
nuestra soberbia nos hacía creer. Con nosotros controlados y sin salir de casa,
la selva vuelve a adueñarse de las ciudades y a crecer en las rocas y en las
casas edificadas y los animales libres del predador principal, (el hombre), campan
y pasean por las calles; con la altivez de un ciervo, la fiereza de un jabalí o
la inocente incursión de un conejo en los jardines, huertos y calzadas.
Hoy he descubierto un nido de abejas en una
grieta de los ladrillos de mi ventana y la experiencia me recuerda que si, a mi
pesar no pongo remedio, estos pequeños seres laboriosos invadirán como otras
veces lo han hecho, la vivienda. Si os digo la verdad, se me eriza la piel solo
de pensarlo, tanto dejar que me invadan como exterminarlos.
Robustiana no me da miedo ni me molesta, somos viejas amigas. Cada año,
apostada en el cristal fijo de la fachada en verano, da buena cuenta de los
insectos que por allí pasan. No debe de ser la primera que un día descubrí.
Llevo muchos años en este piso para que sea la misma. Yo creo que es una
descendiente, de una descendiente, de una descendiente. Pero yo, que no puedo
saberlo con certeza, no le he cambiado el nombre y sigo llamándola así.
Robustiana es una salamanquesa. No perdón, es mi salamanquesa. Ya pronto,
debido al buen tiempo saldrá de su escondite y yo acudiré a nuestra cita
nocturna en el cristal.
A la hora acordada suenan los aplausos, que son los auténticos espantapájaros
que sin pretenderlo hemos creado. Las aves deben de creer que nos hemos vuelto
locos. Muchas de ellas han estado en jaulas y no se les ha ocurrido nunca dar
palmas —respetemos que su percepción de la vida difiere en mucho de la nuestra
y que el motivo que nos mueve a las ovaciones es solidario. Siendo persona de
riesgo no salgo para nada a la calle. Y el momento de los aplausos es una de las
ocasiones en el que puedo sentirme parte de algo importante, emocionarme y
comprobar que no estoy sola.
Vamos a perder el olfato y el tacto. Nuestras imágenes son todas
prefabricadas por los grandes auges del momento online, que más que nunca ha
tomado los dominios de la información y la comunicación. Todas las cosas que
vemos, leemos y oímos huelen a Microsoft y a Hardware recalentado. Y sin el
calor de aquellos que nos las envían serían muy frías y no tendrían el mismo
valor. Las flores nos llegan sin olor y a pesar de que la primavera debe estar
en su esplendor, ajena a todo lo que no sea reactivar la flora y la fauna,
nosotros jugamos a adivinarla desde la distancia; en los árboles urbanos
valorando la cantidad de hojas y observando las flores en las macetas que
adornan los balcones de nuestra comunidad y agradeciendo a familiares y amigos
por esas fotos que nos envían de su jardín o terraza particular.
Mas, ante todos y cada uno de los contratiempos, se encuentra en nuestro
interior el ancestro, el guerrero incansable de la evolución, que no ha tirado
la toalla. Nuestra capacidad de adaptarnos nos llevó a los grandes saltos
graduales que supusieron y han supuesto, que, a pesar de los momentos críticos
llenos de obstáculos con los que tropezamos en nuestros orígenes y que se
fueron sorteando, hayamos llegado, no sin esfuerzo, a nuestros días.
Y
a los que han caído, por desconocimiento del enemigo y de sus armas, les
debemos un homenaje póstumo, desde lo más cálido de nuestro corazón.
Los
que podamos continuar lo deberíamos hacer sin olvidar lo que ha pasado. Tomando
buena nota de nuestra fragilidad, que un simple microorganismo puede erradicar
nuestra permanencia en esta nuestra casa llamada Tierra. Porque lo importante
es levantarnos y que ondee en el mundo la bandera de la victoria. Y así poder
decidir si pasear, sola o acompañada, si bajo el sol o bajo la lluvia con el
aliciente del contacto con la humedad del agua, el olor de hierba fresca y la
tierra mojada, que tanto bien regalan a nuestros sentidos. Y una vez vencido el
invasor podamos disfrutar de nuestro planeta como el hermoso hogar único e
irrepetible, que ha sido recuperado.
Auri.
Auri, una reflexión muy apropiada en estos tiempos. La haces con la maestría de las palabras adecuadas y con una descripción casi de disección de la realidad. Me ha encantado Auri, enhorabuena!! 😘
ResponderEliminarMe ha emocionado tu relato Auri, es tan completo que creo que no te has dejado nada, desde esas sensaciones que vamos viviendo a diario, hasta esa Robustiana que has aceptado como amiga en los días de confinamiento. Desde luego, intuyo que mientras tengas esa forma sentir y de expresar las palabras no te sentirás sola, porque nosotros estamos aquí, esperándolas. Es tan bello tu relato, que a pesar de esa dura realidad que expresa no deja de entrar en los sentidos como algo hermoso, casi como si fuera otra realidad. Ya sabemos que hay muchas formas de exponer o de ver las cosas. Tú la has relatado, diría yo, de la mejor y más bonita forma. Auri, eres fantástica, ya sea poema, ya sea relato, eres capaz de llegar a nuestros corazones.
ResponderEliminarFelicidades Auri.
Auri, tu relato es una perfecta descripción del momento que nos está tocando vivir. Un paseo por cada detalle de forma descriptiva y profunda. Una expresión lingüística impecable. Un relato pleno de sensibilidad. Lo malo que es el virus y las cosas buenas que está inspirando en escritores y artistas, y tu eres una de ellos. Un abrazo, amiga. Recuerdos a Robustiana.
ResponderEliminarGracias por vuestros comentarios. Llegar al lector es a lo máximo que se aspira.a mi también me llega vuestro calor.
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