DE LA SED DEL AGUA
(Principios de verano, la tarde
muriendo.
Una ciudad, una calle, una terraza)
Llegas sediento,
con una sed que crees tan auténtica
como ese mar que
cabe dentro del pecho a veces,
una sed clavada
en tu garganta a borbotones de sol,
el mismo sol que
graba sobre la piel arrugas de arcilla
y evapora sueños
de los pantanos del alma.
Vienes a
refrescar tu interior con un agua ficticia
por mitigar esa
sensación de sed desértica
que tienen los
veranos emigrados del sur.
Rememoras tu
infancia de regadío y secano,
el aire de los
pinos, la sombra de los olmos,
anécdotas de
colegio y milicias ya lejanas,
comentas
titulares, noticias anodinas,
las agostadas
frases recuperas de todos los veranos
o hablas, cosa extraña, de ese libro que lees
y no aparece en
la lista de libros más vendidos.
Como una marea
lenta que llegara
del primer día
de playa, la gente viene y va,
arrastrando las
últimas podredumbres de su propio invierno
vencido hacia un
mar impredecible,
como un agua que
llevara los colores cambiantes de la luz
se remansa en la
umbría de las mesas
donde esqueletos
de vidrio recrean atolones
y los camareros,
nacidos del fondo de los vasos,
agitan entre las
sillas cocteleras de olvidos
con sudor en los
rostros y
los ojos ausentes.
El sol,
abandonadas sus caricias de arena
en el fondo
secreto de oscuros desagües,
su cruel anuncio
de bronceadores y cuerpos imposibles
en umbrías
habitaciones donde musita el aire
su mentira
polar, se oculta tras los altos edificios
en un vano
ensayo de final sin sangre
y otea un nuevo
lunes de fuentes asediadas
y garrafas
vacías por las sudorosas esquinas de la ciudad en obras
donde el agua se
ha bebido a si misma, se ha bebido la tierra,
se ha bebido los
montes, se ha bebido los ríos,
se ha bebido los
muertos dejando en los aceras sus esqueletos blancos.
Pero ahora el
agua se endurece y disfraza,
salta de las
cubiteras, se agita, tintinea,
se diluye
borracha, sedienta de océanos imposibles.
Pero ahora el
agua, olvidada su silvestre ascendencia,
su condición
salvaje, se acerca zalamera,
amansada y
doméstica deja que nuestra lengua acaricie su lomo.
Ignora que otro
agua espera agazapada,
oculta en el
fondo de la tierra
y en el polvo
suspendido aguarda un adalid guerrero
para encauzar su
furia cuando agonice el verano.
Ignora que un
agua sedienta y en acecho
dispone su
momento puntual y vandálico,
su relámpago de
gloria tormentoso y marino.
Debajo de la
calma espejada y silente
un murmullo oscuro nuestras voces ocultan
y un agua sedienta nos acecha.
Pero ahora el aire, perezoso,
caliente,
pasea su anónima
agonía, su reseco olor a muertos lejanos
entre las ociosas
hojas de los plátanos de sombra.
Y tú, presintiendo el ansiado
advenimiento
de una fresca
brisa enamorada, te engañas,
sediento sedente te engañas a ti
mismo, a tu sed de mar, a tu estatura,
en la apacible
calle de una ciudad nocturna vestida de verano y confiada.
Jesús Andrés
Pico (Orento, 2015)
Dicen, que la gran parte de nuestro cuerpo es agua. tú, en nombre de ese agua has hecho un relato de la realidad descarnada de las propias vidas. Debajo de las sonrisas, de ese pretendido ensayo de la felicidad que todos intentamos, debajo, agazapado, emerge la sed, la búsqueda de ese agua que pueda equilibrar nuestra sed. No siempre lo conseguimos, cada cual busca una forma, el camino que a veces es una llanura y otras, encontramos el pico más alto de la montaña delante, como una cierta barrera que cuesta subir. Es maravilloso que cada uno de nosotros seamos un mundo diferente, que cada cual vea las cosas tan diferentes que no parecen las mismas aunque sea un retrato fijo. Esa diversidad nos salva, nos mueve ese oleaje de la vida. Tú recurres muchas veces a tus paisajes, tu familia y esos orígenes que forman parte de tu agua.
ResponderEliminarMe ha gustado sumergirme en tu mar y poder filosofar un poco de buena mañana.
Me ha encantado, Jesús.
El agua es un elemento omnipresente en mi poesía desde los primeros poemas con el Duero y el mar al fondo, pasando por "Las manos en el río", la primera parte de "De donde nace el viento", u "Orento" hasta "Los nombres del agua", mi último libro que anda esperando la resolución de algún premio literario de postín. El agua para saciar la sed que es una forma de estar ante la vida. En algúnsitio escribí que el verdadero sediento sólo bebe agua de mar, para que la sed nunca acabe y nosmantenga alerta y despiertos. Gracias, María, por tu paso diario por estos andurriales de la literatura.
EliminarEsa sed llena de sensaciones, situaciones y lugares. Ese agua tan bien descrita, viene y va en diferentes pasadas. Se la espera,nunca olvidada y se bebé la sed. Me ha encantado.
ResponderEliminarEn efecto, Auri, la sed auténtica que no desea ser calmada sino crecer hasta hacerse inmensa como el mar. Y el agua que nos forma y nos da la vida.Y los poetas como nosotros para acercarla a los labios y el corazón. Gracias por comentar.
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