viernes, 15 de mayo de 2020

JESÚS PICO: aquellos veranos sedientos


                      DE LA SED DEL AGUA

                                                                                                                       
                                           (Principios de verano, la tarde muriendo.                                          
                                           Una ciudad, una calle, una terraza)
     

Llegas sediento, con una sed que crees tan auténtica
como ese mar que cabe dentro del pecho a veces,
una sed clavada en tu garganta a borbotones de sol,
el mismo sol que graba sobre la piel arrugas de arcilla
y evapora sueños de los pantanos del alma.

Vienes a refrescar tu interior con un agua ficticia
por mitigar esa sensación de sed desértica
que tienen los veranos emigrados del sur.
Rememoras tu infancia de regadío y secano,
el aire de los pinos, la sombra de los olmos,
anécdotas de colegio y milicias ya lejanas,
comentas titulares, noticias anodinas,
las agostadas frases recuperas de todos los veranos
o hablas,  cosa extraña, de ese libro que lees
y no aparece en la lista de libros más vendidos.

Como una marea lenta que llegara
del primer día de playa, la gente viene y va, 
arrastrando las últimas podredumbres de su propio invierno
vencido hacia un mar impredecible,
como un agua que llevara los colores cambiantes de la luz
se remansa en la umbría de las mesas
donde esqueletos de vidrio recrean atolones
y los camareros, nacidos del fondo de los vasos,
agitan entre las sillas cocteleras de olvidos
con sudor en los rostros y  los ojos ausentes.
El sol, abandonadas sus caricias de arena
en el fondo secreto de oscuros desagües,
su cruel anuncio de bronceadores y cuerpos imposibles
en umbrías habitaciones donde musita el aire
su mentira polar, se oculta tras los altos edificios
en un vano ensayo de final sin sangre  
y otea un nuevo lunes de fuentes asediadas
y garrafas vacías por las sudorosas esquinas de la ciudad en obras
donde el agua se ha bebido a si misma, se ha bebido la tierra,
se ha bebido los montes, se ha bebido los ríos,
se ha bebido los muertos dejando en los aceras sus esqueletos blancos.

Pero ahora el agua se endurece y disfraza,
salta de las cubiteras, se agita, tintinea,
se diluye borracha, sedienta de océanos imposibles.
Pero ahora el agua, olvidada su silvestre ascendencia,
su condición salvaje, se acerca zalamera,
amansada y doméstica deja que nuestra lengua acaricie su lomo.
Ignora que otro agua espera agazapada,
oculta en el fondo de la tierra
y en el polvo suspendido aguarda un adalid guerrero
para encauzar su furia cuando agonice el verano.
Ignora que un agua sedienta y en acecho
dispone su momento puntual y vandálico,
su relámpago de gloria tormentoso y marino.
Debajo de la calma espejada y silente
     un murmullo oscuro  nuestras voces ocultan
     y un agua sedienta nos acecha.

     Pero ahora el aire, perezoso, caliente,
pasea su anónima agonía, su reseco olor a muertos lejanos
entre las ociosas hojas de los plátanos de sombra.
     Y tú, presintiendo el ansiado advenimiento
de una fresca brisa enamorada, te engañas,
     sediento sedente te engañas a ti mismo, a tu sed de mar, a tu estatura,
en la apacible calle de una ciudad nocturna vestida de verano y confiada.

Jesús Andrés Pico (Orento, 2015)



Imágen (Rambla de Sabadell) tomada de Internet.

4 comentarios:

  1. Dicen, que la gran parte de nuestro cuerpo es agua. tú, en nombre de ese agua has hecho un relato de la realidad descarnada de las propias vidas. Debajo de las sonrisas, de ese pretendido ensayo de la felicidad que todos intentamos, debajo, agazapado, emerge la sed, la búsqueda de ese agua que pueda equilibrar nuestra sed. No siempre lo conseguimos, cada cual busca una forma, el camino que a veces es una llanura y otras, encontramos el pico más alto de la montaña delante, como una cierta barrera que cuesta subir. Es maravilloso que cada uno de nosotros seamos un mundo diferente, que cada cual vea las cosas tan diferentes que no parecen las mismas aunque sea un retrato fijo. Esa diversidad nos salva, nos mueve ese oleaje de la vida. Tú recurres muchas veces a tus paisajes, tu familia y esos orígenes que forman parte de tu agua.
    Me ha gustado sumergirme en tu mar y poder filosofar un poco de buena mañana.
    Me ha encantado, Jesús.

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    1. El agua es un elemento omnipresente en mi poesía desde los primeros poemas con el Duero y el mar al fondo, pasando por "Las manos en el río", la primera parte de "De donde nace el viento", u "Orento" hasta "Los nombres del agua", mi último libro que anda esperando la resolución de algún premio literario de postín. El agua para saciar la sed que es una forma de estar ante la vida. En algúnsitio escribí que el verdadero sediento sólo bebe agua de mar, para que la sed nunca acabe y nosmantenga alerta y despiertos. Gracias, María, por tu paso diario por estos andurriales de la literatura.

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  2. Esa sed llena de sensaciones, situaciones y lugares. Ese agua tan bien descrita, viene y va en diferentes pasadas. Se la espera,nunca olvidada y se bebé la sed. Me ha encantado.

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    1. En efecto, Auri, la sed auténtica que no desea ser calmada sino crecer hasta hacerse inmensa como el mar. Y el agua que nos forma y nos da la vida.Y los poetas como nosotros para acercarla a los labios y el corazón. Gracias por comentar.

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