Amo al Santo
aristócrata de las barrancas
y me río de la sudestada
amenaza que empieza
temblorosa, con la melena de fondo.
El río parece domado.
Volverá cuando quiera
acompañado del viento
a lamer los pies de los que
osan tocarlo.
Sangrientas historias
lo cruzan y lo han cruzado,
pero siempre se revuelve
con su garbo sucio.
Amor de mi vida
que has curado las pústulas,
sin dejar cicatrices.
Chapoteo en el barro
sin la gracia del claqué,
mientras el barro se cuele
entre los dedos
y al pìe de un ceibo
se ofrenden blancas sandalias.
Vuelvo cuando puedo
y a veces cuando quiero
sin propósito de enmienda.
Ana de la Arena
Sabadell, octubre, 2024