lunes, 31 de diciembre de 2018

Fin de año



Acaba 2018, nuestro primer año completo como asociación cultural. El balance, como el del año anterior, es positivo en cuanto a la realización de recitales y la participación de nuestros poetas y rapsodas en numerosos eventos y programas radiofónicos. Aunque ha habido algunas bajas, continuamos manteniendo un número aceptable de socios gracias a nuevas y valiosas incorporaciones de voces femeninas que enriquecen nuestro grupo.Y 2019 asoma con buenas perspectivas por el horizonte. De hecho, el día 2 estaremos en Lliçà de Vall homenajeando a Gustavo Adolfo Bécquer. Y los día 3 y 10 en Mataró Radio, en el programa Poesia en Viu algunos de nuestros componentes hablarán y recitarán sus poemas.

Desde Poesia a Trenc d'Alba, queremos desear a nuestros seguidores, amigos y espectadores lo mejor para el nuevo año, en lo cultural y personal, con unas imágenes de nuestra última tertulia y del recital de invierno.
¡Buenas lecturas,salud y felicidad para todos!










































martes, 13 de noviembre de 2018

EL MERCADER


Las ancianas llevan a sus hijas a los caminos, a los alberges y a sus tiendas y son a veces diez, veinte o treinta; las hacen yacer con los citados mercaderes y luego las casan. Y cuando el mercader se ha recreado a su antojo, ha de regalarle alguna joya, para que pueda demostrar que alguien ha tenido trato con ella. Y la que más joyas tiene, señal de que ha yacido con más hombres; así pues, antes se casa.

MARCO POLO  “La descripción del mundo”



Y venían las madres con sus hijas hasta mi tienda plantada en el valle, cerca de la ciudad que guardaba, tras el severo cinturón de sus murallas, virginales tesoros. Cansado del camino, de tantas singladuras y jornadas acumuladas en el alma, pesada carga de tiempo imposible de aligerar o cambiar como el mudable cargamento de mi carro, desplegué la lona curtida por todos los vientos  y situé la tienda frente a la ciudad que al día siguiente recorrería, ansioso como estaba por conocer sus gentes, sus aún ignoradas costumbres, las construcciones sugeridas bajo los pináculos resplandecientes al último sol de la tarde tras las murallas y los nombres que daban a los vientos y a las cosas. Has de plantar tu tienda en el valle, me dijeron, junto a las de los otros mercaderes y esperar. Es la costumbre. Mañana hallaréis las puertas abiertas. Y así lo hice.
 Y venían las madres con sus hijas hasta mi tienda. Me traían las madres a sus hijas de piel morena y andares de céfiro. Unas, las menos, con el terso cuello desnudo, otras, luciendo hermosas joyas en torno a él. Vírgenes, según supe después, o merecedoras de un inminente matrimonio. Yo entonces sabía ya lo que era dejar atrás mares enfurecidos, tantas veces  puestos en pie, cruzar montañas y desiertos donde la nieve y la arena borraban todos los caminos, y sabía también que aceptar los usos, hábitos y tradiciones de los lugares de tránsito, era moneda habitual y, muchas veces, garantía de supervivencia. 
Mientras mis ojos recogían el esplendor de la postrera luz del día sobre los ebúrneos cuerpos juveniles, mis oídos, captado ya el mensaje, se cerraban a cal y canto a la mercantil invitación de las madres, algunas ya ancianas, cumpliendo un rito aceptado como se acepta la lluvia, el viento y los dioses. Recorría con la vista el mágico perfil de las muchachas, los muslos inquietos, los pechos de gacela, los rostros modelados por un viento divino, la amanecida belleza contra el sol del ocaso. Y unos ojos detuvieron los míos. Una saeta de fuego verde me dejó ciego de repente o, al menos, huérfano de un mirar que no fuera aquel tierno mirar de amanecida que emanaba de unos ojos gárrulos y sumisos a un tiempo.
Ojos de alondra sin nido que me observaban, desnudos, bajo la bruna cabellera revuelta, entre sedientos pliegues de sábanas y epidermis, en los cálidos confines de mi reino de tela y mercancías. Ojos de mudas respuestas expresivas a mis preguntas sobre su dueña, su pueblo y sus costumbres. Ojos ávidos de experiencias, sobre un cuerpo núbil destinado a yacer con muchos hombres antes de hacerlo con un príncipe de su tierra. Ojos que deseé para mí sólo, incumpliendo la norma capital de todo mercader, aquella que dice que todo es susceptible de venta o trueque. Pero yo entonces no conocía el amor. 
Las mágicas aves de la noche alejaron los temores nocturnos, los peligros reales o imaginarios que tantas veces rondaron mi tienda, los fantasmas de la soledad y el miedo a lo desconocido, siempre vencido por mi afán de saber, de conocer, de ir  más allá de lo inmediato y sabido, que confería entidad y significado a mi oficio, elegido libremente entre todos los posibles. Y trajeron la lluvia, inusitada en aquella época del año. La lluvia con su insistente repiqueteo quería descubrir el amor que brotaba, más incontenible que ella, bajo la lona. El amor que hacía tambalear los cimientos de mi ser y mi razón. Bien saben los dioses que en aquellos momentos mi vida nómada no tenía sentido alguno. Si existe el paraíso que prometen ciertas religiones más allá de la muerte, será pálido reflejo del éxtasis y placer de la noche aquella.
He recorrido todo el mundo conocido comprando y vendiendo, trocando corales por metales, metales por paños y paños por rocas esculpidas por el viento, artículos intranscendentes por objetos valiosísimos. He visitado países donde el oro y las perlas crecen como la hierba y no tienen el menor valor para sus habitantes, ciudades hospitalarias donde los maridos me ofrecían a sus esposas y los padres a sus hijas porque es su costumbre y su ley. He visto quiméricos tesoros y descubierto insólitas culturas, mujeres que semejaban diosas y diosas idénticas a mujeres. Me he complacido en placeres, frutas y viento. Me he introducido en los vericuetos de cuantas religiones he conocido y de las más impías convicciones. He recorrido muchos caminos buscando la impagable presea de aquella noche, perdida ya para siempre. Me pregunté, tendida ella a mi lado, en placentero relajamiento, interludio de la amorosa batalla, cómo podría comprarla, por qué singular ofrenda conseguiría canjearla. Afortunado y desdichado mercader tenía entre mis manos el tesoro más preciado: piel de aceituna con un edénico tinte rojizo, suave como los tejidos del oriente, tersa y dúctil como el oro de la gran península, ondulada como un objeto conformado por el mar y el viento tras largos años… Pero habría de dejarlo para otro.
 La noche, mecida por la lluvia, avanzaba inexorable sobre los montes mínimos cuyas cimas, sonrosadas y erectas, rozaban las nubes de mis labios, sobre los lentos declives de los muslos prietos, prometedores como riberas fértiles. Saboreé sus encantos contando con los dientes el vello rizado de su pubis. Y cesó de llover.
Todos mis intentos por conseguirla al clarear el alba, resultaron vanos. Aunque sabía que no poseía objeto alguno comparable a su belleza, intenté, usando mis recursos y ardides de comerciante, comprarla. Rogué, desnudé mi alma con una sinceridad que sonaba falsa, pensé en raptarla, ofrecí quedarme allí para siempre, hacer lo que fuera con tal de estar a su lado. Terminé viéndola partir entre los suyos, luciendo en su cuello un ídolo dorado engarzado de rubíes, preciada herencia que recibí de mis mayores y juré conservar hasta el fin de mis días. No entré en la ciudad. Desolado, regresé a mi tienda a esperar la noche entre sedas vacías.

He andado muchos caminos desde entonces. Me he enriquecido y sumido en la mayor de las miserias. He sido víctima de salteadores y huésped de reyes. Como el mar, he hundido embarcaciones y alumbrado espléndidas islas. He comprado objetos manchados de sangre y vendido perlas inmaculadas. He traficado con lo que para unos es sagrado y para otros abyecto. He sido fiel a mi oficio, tanto en la paz como en la guerra. Y he sobrevivido burlando religiones, creencias, usos, costumbres y leyes que al final son siempre la misma: la vieja ley de la supervivencia. He descubierto siempre, bajo cualquier vestido, un cuerpo de mujer estremecido. Y recuerdo, desnudos, sobre un cuerpo núbil y rendido, unos ojos. Aquellos ojos. La noche aquella. La muchacha que hice mujer bajo la lluvia, bajo la lona, debajo de mi orgullo de mercader, en este mismo valle donde he plantado mi tienda tanto tiempo después.  
Y vienen las madres con sus hijas de piel morena y leve tonalidad rojiza, vírgenes unas, otras con joyas en el cuello. Sólo tengo que elegir a una de ellas para soportar el frío de la soledad nocturna. Admiro el mágico perfil de las muchachas, los muslos inquietos, los pechos de gacela, el rostro cincelado por un buril divino, la amanecida belleza contra el sol del ocaso. No quiero escuchar la monótona exhortación de las madres proclamando las virtudes de sus hijas. Sólo una no habla. Me mira desde el fondo de sus ojos verdes, ojos de alondra que anidó en otro lecho, evocadores de la noche y de la lluvia sobre el fulgor dorado de su cuello. Acompaña a una joven de ojos airados que miran a su madre sin comprender su silencio, su inexplicable desinterés para que este viejo mercader se decida por ella. Ojos de asombro al resultar elegida, pese a ello.
Ojos que me observan, desnudos, bajo la bruna cabellera, sobre las sábanas ahítas, debajo de la lona acariciada por la luna, verdes de asombro y agua detenida. Ofendidos ojos de muchacha tendida que no comprende por qué este canoso y estúpido mercader le ofrece sus tesoros sin poseerla. 
He de conocer muchos hombres, para poder desposarme. Goza cuanto quieras y, luego, aceptaré tus regalos, dice. Y los mágicos pájaros de la noche se posan sobre la tienda. Pero no traen la lluvia. En esta época del año no suele llover.



Jesús Andrés Pico Rebollo

Este relato obtuvo el Primer Premio en el “I Certamen de Narrativa Corta LVDLPEI”, Bilbao, 2009





domingo, 4 de noviembre de 2018

Noviembre. Los románticos

El pasado sábado 3 de noviembre, el colectivo Poesia a Trenc d'Alba, materializó un recital teatralizado con poemas de Gustavo Adolfo Bécquer, Rosalía de Castro y José de Epronceda.
Rapsodas: Antonio Bizarro, Paquita Guerra, Carmela Portillo, María Naranjo y Manuel Orellana.
Dirección: Francesc Pons.
Presentó el acto Luis Arranz, presidente del grupo, quien se hizo cargo de la parte musical.
Tras la representación, tomó la palabra el presidente de la AA.VV. Can Rull, Juan Moreno, agradeciendo al entregado público su asistencia y atención y a Poesia a Trenc d'Alba, la labor realizada, obsequiando al elenco con primorosos trofeos en recuerdo de la brillante actuación en el sabadellense barrio de Can Rull.
Con esta propuesta, que ya se escenificó en Lliçà deVall, apostamos por recitales temáticos de calidad
y cierta dramatización, que acerquen al público la poesía universal, despertando emoción e interés.
Es de agradecer la asistencia de espectadores en número mayor del que es habitual en los recitales al uso y la exquisita representación del grupo Semillero Azul de Sant Joan Despí, con Maricarmen,  su presidenta a la cabeza.
Al finalizar, tuvo lugar en el ambiente distendido de un informal pica-pica, la convivencia de intérpretes, poetas y concurrencia, con opiniones, parabienes, pareceres y crítica constructiva.

A continuación el reportaje fotográfico realizado por Jesús Pico:



































viernes, 2 de noviembre de 2018

UN HOMBRE CON UN NOMBRE IGUAL AL TUYO


Tienen nombre las calles que el recuerdo transita. Nombres de sol y abril y el aroma dulzón de barro y golondrinas, nombres de carámbano y nieve en los aleros, de leche en polvo y cuadernos con una escritura rubia donde dormita un mundo de grafito y de tinta, de vasares vacíos y aquel libro de poemas que ahora acaso comprendemos.
Tienen nombre las calles en la tenue penumbra de rescoldo y de gas, de brasero y candil entre el brillo fantasma del latón y la alpaca, de los pasos sin luna y rezos en latín.
Tienen nombre las calles, de insignes personajes, de lugares dormidos en recónditos mapas, de  magnos sucedidos y cosas cotidianas, nombres que van cambiando como el agua en el río y el tiempo en el espejo.
Son nombres convocados en páginas gloriosas de enciclopedia antigua que abre la memoria con olor a tomillo y pinar encendido.
Tienen nombre las calles, los vientos y los muertos. Tienen nombre y silencio, soledad y
 penumbra.      
Tienen nombres ocultos en la piedra del rezo y las tumbas de olvido.
Tiene nombre el recuerdo en la noche callada, en el frío de enero y el mayo enarbolado, en la lluvia que trae rumor de siempreviva -melancolía, un patio de Sevilla, Leonor, Segovia y una tumba en Colliure.-
El camaleón del viento tiene nombres, colores de espesa saliva y un látigo de arena.
De donde nace el viento nacen también los nombres y aunque la boca calle la brisa los
recuerda con aliento de menta y perfume de sal.
Los nombres que decimos ya no serán los mismos cuando otros labios, otra voluntad los fije al viento de la tarde, a la eternidad efímera de una cuartilla en blanco, a la luz mortecina de una farola insomne.


Sólo hay polvo. Lo sabes. Sólo polvo y olvido. Y el río en estiaje.
Las casas arrumbadas, las calles ya sin pasos, antesala de muerte si no la muerte misma.
Recuerdas ahora acaso los libros que perdiste al mudarte de piel, al ir de un lado a otro
reptando tus miserias, aquel quedarte ciego a la luz de una vela leyendo junto al fuego mientras despeja el hielo los cielos estrellados y canta entre los dientes el agua del arroyo.
Recuerdas los amigos, los miedos y los sueños, el pañuelo, la maya, otro polvo en la piel y el viento que pasaba secándote el sudor del juego y de la tarde.
Recuerdas primaveras, el campo salpicado de estrellas amarillas, blancas, rojas, azules, el aroma del verde y el rumor de los pinos.
Recuerdas ahora el río crecido en el otoño, henchido como un vientre preñado de tormentas, la tierra fecundada y orujo en los lagares.
Recuerdas las canciones, los romances de ciego, el canto de los grillos, la noche boca arriba, el olor de la parva, del pan y del tomillo, la sequedad del hielo, la levedad del vuelo del vencejo en la tarde.
Recuerdas la campana repicando en la fiesta, doblando por los muertos, la colada en el río y escuelas separadas, los primeros trabajos, los primeros cigarros en las tardes de mus y  madrugadas de alcohol y besos nunca dados.
Recuerdas porque quieres poner tu vida en limpio y buscas los diarios que nunca terminabas, las cartas que perdiste, los versos que encendieron el fuego del invierno.
Pero sólo encuentras polvo, polvo y yerba en los caminos y en la vía sin trenes.


Tienen nombres las calles que el recuerdo transita.                     
Deshace el sol la niebla y el viento acarrea la memoria del polvo.
Niños que no conoces superponen sus juegos a los juegos de entonces.
Hay otro pueblo ahora creciendo  junto al Duero.
La vida con sus muertos es vida para otros y observa desde el fondo de tus ojos tu rostro un hombre con un nombre igual al tuyo.        



Jesús Andrés Pico Rebollo

Poema ganador del IX CERTAMEN DE POESÍA "ÁNGEL GARCÍA LÓPEZ"
Rota (Cádiz), octubre de 2018




domingo, 21 de octubre de 2018

ENCUENTRO COINCIDENTE


Trovada coi    
 Encuentro en una cafetería de la Vía Augusta de Barcelona, año 2018

Con un desconocido caballero
coincidimos en un bar,
el descuido de una bolsa
hizo que empezáramos a hablar.

El señor muy elegante,
empezamos a congeniar
coincidiendo en muchas cosas
y también con nuestra edad.

Sobre una silla la bolsa olvidó,
dos libros viejos dentro estaban
pues muy poco se preocupó
por si a alguien le interesaban.

El hombre me comentó
que la literatura es riqueza,
pero esto no le importa al ladrón
el cual se llevaría una sorpresa.

A quien le interesa leer,
viejos libros que son cultura,
pues tal enquistado proceder
hace la sabiduría decrecer.

Nos despedimos con el señor
del inesperado encuentro.
Criticamos sin ningún pudor
todo nuestro descontento.

Al llegar a la madura edad
es una ventaja inminente,
nos permitimos decir la verdad
al personal insolente.

Jaume Baigual i Rusiñol

                                             (El poeta de Sentmenat)



lunes, 8 de octubre de 2018

UNA TARDE TIBIA / FLORECEN Y SE DESHOJAN (dos poemas breves de Gracia Espino)


UNA TARDE TIBIA

Si una tarde sonora llaman a tu puerta,
Palomas, campanas, golondrinas;
¡No dejes que la vida te atalante!
Piensa en poesías y, en el bien que aún existe,
¡Abre! Deja que entre ese soplo de vida que necesitas.
Si abres y no sientes el canto de las campanas,
Cierra, llora, porque ya no sientes nada.




FLORECEN Y SE DESHOJAN                             (quintillas)

Cada noche con mi almohada,
los versos que me acongojan
florecen y se deshojan
desaparecen sin nada
entre lágrimas se mojan.

Con mis suspiros imploro
que cesen ya mis enojos
resbalando de mis ojos
esas perlas que yo lloro
que rodando, se van lejos.

Cada poesía es un relato,
lo que para mí quería
a veces yo lo sufría
haciéndoles un retrato
mi pensamiento dormía.




lunes, 1 de octubre de 2018

ODISEA DE LA ESCARCHA


Hay años que la escarcha veranea
y te sorprende en la siesta...
No busques respuestas,
solo el mar y las mareas
te rozan de frente y te apresan...
Es una locura seguir el rastro.
La pieza cazada está muerta.
Y un vacío sin tacto huye por la puerta...
Es un laberinto cauto de calles estrechas,
y un viento raudo el que me enreda...
y sigo en la vida, en lucha abierta,
cerrando  heridas y abriendo brechas.
Hay meses que las olas hibernan
y el mar embravecido se acuesta.
Pero siempre llegan  ríos
que traen  aguas y mezclan
agua dulce y salada,
arrastrando nutrientes
en el amplio delta,
y piélagos de peces nadan
en  aguas revueltas.
Remolinos que crecen
en una oscuridad inmensa,
y un universo de algas
duermen en la ciénaga.
Son ciclos inmutables
de la vida, la naturaleza...
frío,  calor, niebla; luna, sol, y tierra.
Nubes blancas y negras
que en el cielo dibujan tormentas…
Cae la lluvia, cálida, y fresca...
y una cortina de agua centellea en la selva.
Las aves mojan sus plumas.
Pacientemente esperan,
rayos que activen sus alas
que libremente vuelan…
¡Me siento turbado de tanta fuerza!
Un huracán acecha…
Elementos embravecidos
me conducen a una selva
de horizonte salvajes
y semillas tiernas...
Imponentes arboledas
dominan el ecosistema;
y, abajo, en el suelo,
reposan las hojas secas.
Hay años que la escarcha veranea
y te sorprende entre sueños…
Otros años,  la escarcha
otoñea en primavera,
y años, que mi vida
se evapora en la tierra.
Hay años que la escarcha juguetea
y, sibilinamente, te la juega…
Otros años la escarcha
te humedece. Y te hiela.
Hoy sueño con brumas
que me nublan las ideas…
hay años que la escarcha
te congela los poemas,
y unos versos, congelados…
¡se despiertan de la siesta!
Hay años que la escarcha veranea
¡y te fastidia la fiesta!


Francisco Lira.  (Julio 2018)




jueves, 27 de septiembre de 2018

¡VIVA LA LIBERTAD!


¿Cuántos mártires ha habido
-tan vilmente ejecutados-
gritando estas tres palabras?
¿Cuántos más han de morir
luchando por su defensa?
¿Quién osa desposeernos
de tan preciado valor?
¿Qué tendrá la Libertad
que es la fe del oprimido
y el recelo del tirano?
¿Por qué hay que pagar con sangre
la bandera que enarbola?
¿Tanta fuerza tiene el mal
para robarnos su gloria?

               

La Libertad es nobleza,
lealtad y honestidad
del comportamiento humano.
Es luz blanca, claridad...
Es horizonte. Grandeza
en conciencia y dignidad.
Democracia en los poderes.
Transparencia en decisiones.
Demoliciones de vallas,
de cadenas, de ataduras,
de laberintos legales…
Ampliar la voluntad
y cumplir –en grado máximo-
aspiraciones y anhelos.
Realizar sueños presentes
y proyectos de futuro.
El más valioso caudal.
La aspiración más profunda
de toda la Humanidad.

                 

Derecho, albedrío, arbitrio,
potestad… y otros principios
componen la Libertad.
¿Por cuántos hemos luchado
y cuántos se han conseguido?
¿Cuántos nos hemos ganado
y cuántos hemos perdido?
¿Dónde empiezan? ¿Dónde acaban
su extensión y sus fronteras?

                  

La Libertad no se ve.
¡Pero muy pronto se nota!
¡Sobre todo cuando falta!        
Cuando alguien abusa de ella.
Cuando no la defendemos
y hay bandidos que la roban.
¡Porque es muy fácil perderla!
¡Es tan frágil e indefensa…!
¡Tan bella! ¡Tan vaporosa!
¡Tenue! ¡Sutil! ¡Delicada!
 
                     

Su amparo… su protección…
no dependen del gobierno
que –en ese país- esté;
ni de sus Instituciones,
ni de las Fuerzas del Orden.
Ni del más glorioso ejército,
“vencedor en cien combates”.
¡Ni de la Administración!
Ni de proclamas bravías.
Ni de auto-denominados
“salvadores de la patria”.
Ni de cruces, ni de espadas,
ni de jueces, ni abogados…

                 ...

¡Sólo de sus habitantes!
De su cohesión social.
De su lucha, de su empeño.
De su concepto de Estado.
De su coraje político.
De su participación.
De su razón personal.
De su ideal de país.
Del afán por su defensa.
 
              

Aquel pueblo que no lucha,
ya está muerto de antemano.
Tendrá que pagar ¡con sangre!
su desidia, su confianza,
credulidad, candidez…
¡Es… carne de Dictadura!
¡Víctima de algún tirano!
¡Torturas y paredones!
¡Exiliados y prisiones!
La corrupción circulando
por las arterias sociales.
Sólo la ley de la selva…
las demás, pisoteadas.
Hambre… Ignorancia… Crueldad.
Odio… Muerte… Destrucción.
La pirámide fascista
que, antaño, nos pisoteó.


Luis Arranz


                




UN CABALLO SIN RECELOS de Encarna Jiménez de la Cruz. Revista poètica 1.26

  Cuando cabalgo, a la grupa, de un caballo sin recelos, por una playa de seda, le doy al agua mis versos. Son palabras engarzadas...