LO TUYO FUE COBARDÍA
Apenas con dieciséis tempranos años
de tus palabras mi vida
dependía.
Tú me decías: «Nunca te haré
daño».
Y yo entonces, ingenua, me lo
creía.
Yo andaba descalza, confiada por
la vida,
segura de que tú me rescatarías.
Tú siempre, con escudos protegido,
jurabas que me querías.
No te pilló la lluvia que moja y
cala
porque siempre huías a otra
parte
escondiendo la cabeza bajo el
ala.
De desaparecer tú hiciste un
arte.
Pero al sentir el ponzoñoso
arpón
que con tu impostura me lanzaste
pleno del veneno de tu sinrazón
de tu falta de madurez me
liberaste.
Yo puse en el asador toda razón
para no tener que llegar a
odiarte.
Rompí los cerrojos con los que
me ataste
y que volara libre mi corazón,
para no tener que odiar el
olvidarte.
Hoy cumple dieciséis el fruto de
nuestro amor.
Y tu calor brilló por ausente.
Tiene tu parecido, los ojos
azules, tu color,
tan igual a ti y a la vez tan
diferente.
Él no se echa para atrás;
es sincero, va de frente.