GIGANTE
Hoy me invade la impotencia, experimento esa
sensación aniquiladora ante la injusticia impuesta de unos seres hacia otros. Veo
con claridad que la opresión sólo nos conduce al dolor, a veces al odio. Estos
sentimientos son como el veneno que corroe. ¿Pero qué clase de sentimientos
poseen los seres humanos que oprimen a los demás? Creo que más bien son alimañas,
que no son felices en realidad, pero no por ello puedo hoy sentir pena hacia
ellos. ¿Cómo se puede ser feliz haciendo desgraciada a la persona con la que
compartes la vida? Me lo he preguntado muchas veces. ¿Qué velo tan tupido tapa
la inteligencia de algunos seres para actuar así?
Fátima es mi amiga y sufre. Hoy la he visto
derrumbarse, llorar y pedir clemencia a ese Dios al que ella adora.
A mi lado, sentada en el sofá se ha despojado del
burca que a mí me parece maldito. Esa cárcel de tela que le impide compartir el
mundo con el resto de la humanidad. Sé que ella no piensa como yo, pero las dos
nos respetamos y aceptamos las costumbres, las creencias en las que hemos
crecido. Cuando se despoja de su prisión miro sus ojos, ¡es tan bella! Su
sonrisa es de una dulzura tierna y sencilla, pero ha de permanecer oculta al
mundo y a la brisa, respirando su propia impotencia, en la que no deja entrever
rencor, ni indignación. Sencillamente se resigna a vivir en la cárcel.
Pero esta tarde su pena era grande y su rebeldía
infinita.
Sus padres han viajado con su hermana pequeña a su
país. Ella teme que a pesar que la ley lo prohíbe en el nuestro, le practiquen la
ablación que mutilará para siempre a su hermana, esto si sobrevive, si una
infección no acaba con su vida. Cada día se practica esta mutilación a 6.000
niñas en el mundo, según las informaciones.
A pesar de ser mayor, nada puede hacer ella. Tampoco
sabe si podrá librarse de su boda, un casamiento pactado hace una eternidad,
cuando ella aún no había mudado los dientes. Ser mayor o más joven poco importa
si eres una mujer. Mujer: igual a sin derechos. Es un hombre mayor con el que
está comprometida, que a mí, en una foto que he visto, me parece un viejo
malvado. Ya se ha marchado bañada en lágrimas.
Un frío me recorre todo el cuerpo. Me he quedado
triste al verla llorar. Desde que vino a este país es mi mejor amiga. Ha
aprendido nuestra lengua y me enseña algunas palabras en árabe. Cierro los ojos
porque necesito descansar, olvidarme de todo por unos momentos.
El desierto es tan extraordinario, que se pierde
mi vista en una inmensidad que ni hubiera imaginado. Camino sin rumbo, se
clavan mis pies en la arena y el avance me resulta cada vez más difícil. Tengo calor,
sed, tengo hambre, si pudiera me refugiaría bajo una duna para protegerme de
esta inclemencia, pero nada puedo hacer si no resignarme. A lo mejor será éste
mi último viaje. No tengo miedo, tal vez la vida me da más miedo que la muerte.
Al fondo del desierto de arena veo una figura que
se tambalea, viene a mi encuentro. Sólo veo un bulto a lo lejos, pero no puedo
distinguir si es hombre o mujer, si es viejo o joven. Avanzo, a pesar de la dificultad
de la arena que atrapa mis pies hundiéndome, apresándome, como si un imán me
atrajese al centro de la tierra. Ahora se acerca la figura. Creo que es una
mujer porque lleva puesto el burca. Imagino lo que supondrá caminar siempre por
el desierto, bajo un sol inclemente que derrite el cerebro, que enturbia las
ideas, y te obliga a ver la luz como si fuera el fuego del infierno. Alguien me
ha dicho que lo del infierno no es verdad, ¿pero entonces qué es esta vida
debajo de la cárcel de tela?
De pronto, la figura crece hasta hacerse grande
bajo este sol que quema, crece y sigue creciendo. Me hace pensar en la Torre de
Babel. Me estiro boca arriba sobre la arena para ver dónde llega la figura que
sigue haciéndose más y más grande. En un momento, esa figura se ha unido a muchas
otras, intuyo, que son todas las mujeres del mundo que están oprimidas,
maltratadas. Ellas se han unido para reclamar su libertad, todas sienten la
necesidad de esa liberación, de poder elegir qué quieren hacer, cómo vestirse,
cómo vivir o cómo morir. Esa libertad se refleja en su cara que son todos y
cada uno de los rostros allí representados. Son de todo el mundo, de todos los
escenarios, religiones y etnias. Todas se comprenden sin dificultad. Ahora la
mujer gigante extiende las manos, son tan largos los brazos que pueden llegar a
todos los rincones del mundo. Coge a los hombres y les coloca un burca a cada
uno, los encierra en casa, sólo pueden salir en compañía de la gigante, cuando
ella lo permita, cuando ella de permiso, no tienen libertad. Si cometen algún
error, se les enterrará hasta las rodillas y se les lapidará.
Están pensando las mujeres dentro de la cabeza de
la gran gigante, si sería buena idea mutilarles. Una de ellas hace oír su voz. Expone
que no deben practicar el ojo por ojo, que deberían perdonar, para que nunca
más nadie lance la primera piedra.
El mundo necesita mucho amor, comprensión y si
toca perdonar lo haremos. La voz es dulce, es como la voz de la tierra, porque
la mujer es igual que la madre tierra, ella recibe la semilla, la fecunda,
desarrolla y alimenta. Esa simiente que crecerá bajo su amor, la conducirá ya
madura hacia la luz para que se desarrolle y le dará la fuerza para crecer, es
madre amante, es tierra fértil, es cobijo de todos los que acuden a ella. Con una
capa protectora protegerá del frío, de
la tempestad. Todo eso, está representado en la gigante que sigue creciendo ante
mis ojos. El amor y la bondad, se manifiestan en tan grandes proporciones de
una forma clara y visible.
El sol se va extinguiendo y las sombras se
apoderan del desierto, el astro rey ha dejado de quemarnos. Ahora estamos las
mujeres dentro de la figura gigante y yo, deseo formar parte de todas y cada
una de ellas, no quiero ver llorar a mi amiga, ni comprobar cómo sufre, de qué
manera se consume. Juntas emprendemos el camino que nos conducirá al triunfo, a
la liberación. Estoy contenta, porque las lenguas ya no serán una barrera,
puedo entenderlas a todas, porque creo que juntas somos como un soplo de viento
que gana la montaña, que consigue salir del asfalto, de los hilos que sujetan
nuestras voluntades. Podemos ver el dolor de cada una por última vez. Somos libres
al fin, un germen nuevo, crecerá alejado de las tijeras que cortaban el tallo que
apenas crecía. Sus alas atrofiadas, esas que a todas nos dolían en esa parte de
nuestro ser que es el alma. Libres al fin, cantamos y reímos, bailamos y el color
del mundo se torna de un tono alegre. Los hombres han comprendido.
La tierra florece y hemos ganado la batalla.
El timbre de la puerta me aparta bruscamente del
desierto, me aleja de la mano de la gigante, cuando comenzábamos a caminar a
una ciudad bañada por la luz, un lugar donde todos nos daremos la mano sin
pensar quien llegó primero.
Tengo a Fátima delante de mí y le abrazo fuerte.
-¿Qué te pasa?, te veo muy contenta- pregunta mi
amiga.
-Todo está arreglado –contesto- lo hemos
conseguido, todas las mujeres del mundo son ya libres. Vamos hacia un lugar
donde sólo existe la libertad, creo que la gigante eras tú. Has conseguido,
liberar a todas las mujeres del mundo que sufren cualquier tipo de persecución.
-¿Has estado soñando, verdad?
María