PUDE
ESCRIBIR LOS VERSOS
No
te escribí un poema cuando éramos felices.
Nos
bastaban los versos que te leía al alba,
los
versos de Salinas que mi voz te debía,
la
lluvia de palabras que rociaba tu cuerpo
con
besos de Neruda mojados y salinos,
enamorado
polvo y requemados campos.
Nos
bastaba el silencio, la sábana arrugada,
acaso
la memoria mojada de la noche,
la
conciencia de ser eternos y soñados.
Bien
es cierto que pude al mirarte dormida
en
la clara mañana con sol en los cristales
pergeñar
unos versos al canto de los mirlos
besándote
la frente y el pecho en claroscuro,
empero
en ese instante propicio al embeleso
el
poema eras tú y yo lector tan sólo.
Tentado
estoy ahora, me llueven alacranes
y
se oculta la luna detrás de las fachadas
inmensamente
clara, serena burdamente,
¡qué
gris es la ciudad y la gente que cruza
con
su lenta tristeza, su burlona alegría!,
tentado
de poner en la mesa el dolor
junto
al vaso vacío de recuerdos y acíbar
y
llorar largamente desesperado y solo
los
versos que ya entonces no me atreví a escribir
o,
herido y melancólico, los versos más amargos
de
angustia y desamor. Tentado, pero no,
que
eso ya lo hicieron, ¡qué altos!, los poetas
y
yo tan sólo anhelo fundirme en su tormento,
lector
al fin y al cabo de mi propia esperanza
por
bibliotecas ciegas, laberintos y espejos.
Jesús Andrés Pico Rebollo