Desde 2010 hasta 2017, entre congelaciones, expolios y
subida brutal de los precios, las
pensiones se nos quedaron “enanas”.
POBRECITA, MI PENSIÓN
¡Pobrecita, mi
pensión!
¡Cuán frágil! ¡Y pequeñita!
¿Por qué tamaña agresión?
¡Lo que se da no se quita!
El dinero que
percibo
no es un “regalo especial”.
Es mi derecho más “vivo”.
El más digno. El más vital.
Muchos años
cotizados
para poder jubilarnos.
Dineros que –malgastados-
quieren volver a cobrarnos.
Todos
derrochan caudal:
las entidades locales,
la Administración Central,
gobiernos territoriales…
“Los Jubilados,
hoy, son
una carga inaguantable”.
Nos ha insultado un “chupón”
en tono vil ¡Miserable!
¡Matadnos, ya,
de uno en uno!
¡Y, así, ya no habrá pensiones!
Este es el modo en que alguno
pretende dar soluciones.
Con mi paga
malvivimos
mis hijos, yo y mi mujer.
Por la mañana pedimos
para –en la tarde- comer.
La nevera está vacía;
el agua me la han cortado;
el tendero no me fía…
La casa me han embargado.
Somos avecillas
presas
en garras de un gavilán.
Nos engañan con promesas
mientras nos roban el pan.
“No se
preocupen ustedes,
que nosotros lo arreglamos”
-nos dice desde el “Mercedes”
que, entre todos, le pagamos-.
¿Qué hicisteis
con nuestra hucha?
¿Quién tiene nuestro dinero?
¡El que pasa hambre no escucha!
¡Justicia! Es lo que yo quiero.
¿Dónde están los
“verdes brotes”
que anunciabais con furor?
¡“Perico el de los Palotes”
gobernaría mejor!
Luis Arranz (2.018)