Pronto llegaría la Navidad. Aquel año los tutores se propusieron que fuera distinta. En el orfanato eran cada vez más los niños internados. Tantos comensales limitaban mucho la ingesta de postres, golosinas y hasta los alimentos básicos escaseaban, no formando parte del menú ni tan siquiera en tan señaladas fiestas.
Juan se ofreció a cortar el césped a la Sra. Mercedes y reparó la valla del jardín que amenazaba con caerse. Ella agradecida le obsequió con una gran bandeja de suculentas galletas recién horneadas.
Julio ayudaba a una pareja de disminuidos físicos, Ana y Alberto, en las tareas varias; la colada y la compra, sobre todo. Y ellos le correspondieron con parte de la leche en polvo y el queso que recibían de la Ayuda Social.
Cristian, un adolescente con dislexia, que debido a este problema aún no se había sacado el graduado, recibió la ayuda de Felipe, el mayor de todos y el que sacaba las mejores notas. Cristian construyó para el orfanato, un Nacimiento precioso confeccionado en cartón de roca.
Esteban se ganó a los chicos del barrio y los convenció para que formaran un equipo de futbol. Por pura desidia siempre holgazaneando por las calles del pueblo e inventando nada bueno, perdiendo lastimosamente el tiempo. Sus padres agradecidos aunaron voluntades y les regalaron una suntuosa cesta de productos navideños. Un jamón destacaba de los demás productos.
Llegó tan esperado día y por primera vez se podía ver y traducir el espíritu navideño, en abundancia. Las caras sonrientes, las hambres desatadas. Habían juntado las mesas y colocado sobre ellas todos los manjares obtenidos con su trabajo y la buena voluntad de las gentes..
Se hizo la hora de la cena y aquellos muchachos que habían hecho posible aquel festín no aparecían.
No tardaron mucho. Julián llegó acompañado por la Sra. Mercedes. Poco más tarde apareció Julio con Ana y Alberto que manejaban con destreza la silla de ruedas. Felipe se pasó a buscar a Cristian. La profesora y los profesores se mostraban encantados con el Nacimiento y alabaron las buenas manos de este muchacho. También el equipo de futbol quiso acompañarles y su entrenador, Esteban, se sentía orgulloso.
Todos los improvisados invitados aportaban bebidas y refrescos. Fue la primera vez que los mayores pudieron brindar con cava. Una gran pancarta recorría el salón donde los pequeños habían dado color a las enormes letras que expresaban ¡¡¡Feliz Navidad Solidaria!!!
Aquella noche clara. Tan clara que parecía que la Vía Láctea iba a acabar derramando, sobre la tierra, infinidad de estrellas chiquititas, Papá Noel se afanaba en entregar sus regalos: Juguetes, mantas, ropa de abrigo y mucha leña para alimentar la vieja chimenea; donde solían reunirse las noches de invierno para contar cuentos. Papá Noel estaba tan contento, que hasta se permitió hacer una elipse en el cielo con el trineo y la ayuda de los renos.
¡¡¡Jojojooo!!! ¡Feliz Navidad Muchachos!
Auri García