martes, 21 de diciembre de 2021

NOCHE DE AMOR. NAVIDAD

 


    Cae la nieve. Esos ansiados copos que se echan de menos y que sin ellos no parece tan Navidad. Al oscurecer con el aparato automático ya se han puesto en marcha las luces de Navidad que se apiñan y penden como racimos dorados e Iluminan la ciudad, colgando, haciendo puente en lo alto de las calles y avenidas, sobre las cabezas de las gentes. Los niños tiran su cabeza hacia atrás para ver estos adornos y cada año alucinan con las novedades.

    Como pasa siempre los ricos son más ricos y los pobres más pobres si cabe. Han vuelto los oficios inusuales como los chatarreros; los revendedores de cartones; los que andan en la basura buscando metales y otros elementos que les aporten algo de dinero.

    A la puerta de un comercio Beltrán lleva de la mano una caja de madera de la que sobresalen dos soportes reposapiés. Le cuesta un mundo cargar con la caja. Su oficio es limpiabotas. Hace frío, pero él no lo tiene porque se da mucha maña en darles lustre a los zapatos, los deja deslumbrantes y de paso entra en calor. Un hombre acompañado por su hijo sale de los grandes almacenes y Beltrán les ofrece sus servicios:

—¡Feliz Navidad! Señor, ¿le limpio los zapatos?, solo cobro un euro.

    El hombre le sonríe y piensa «como mucho debe tener la misma edad que mi hijo y ya trabajando».

—No necesitamos tus servicios, ¿verdad Oliver?

—Oliver mueve la cabeza de un lado a otro negando. —Su padre continúa diciendo…

—El caso es que me acabo de comprar estos zapatos y todavía tardaran unos días en necesitar un buen repaso. Pero no importa, toma cógelo, para ti el euro.

    Beltrán toma la moneda que le da este señor tan amable y no puede apartar la vista de los pies del niño al que este señor amable y bondadoso ha llamado Oliver y es su hijo.

«¡Son las zapatillas de deporte más bonitas que he visto en mi vida!», piensa. Y dirigiéndose a Oliver le dice con tristeza.

—¡Son preciosas! Yo nunca podré tener unas zapatillas como esas, pero me alegro de que tú si las tengas.

—Perdona que no te conteste. Oliver no puede hablar, sufrió un accidente en el que perdió la voz. Aunque lo desee no puede decirte nada. Pero le caes bien, de eso estoy seguro. Apenas tiene amigos, es muy tímido.

     Al oír Beltrán estas palabras, hace algo que ninguno de los presentes espera, abraza con simpatía a Oliver y él le sonríe y le devuelve un abrazo muy apretado.

    El padre de Oliver se interesa por la vida de Beltrán, «es muy niño para andar solo». Y les habla de una vida dura, de la soledad de ser huérfano.

    Oliver escucha a Beltrán y siente que no es como otros niños que se ríen de él porque no puede hablar. Toma la mano de su padre y corre llevándole con él dentro del centro comercial y después de hablar en el lenguaje de los signos al cabo de un rato salen. Pero Beltrán ya no está y temen no saber encontrarle. Al día siguiente tienen más suerte ha vuelto con su caja de madera, su gorra, su pelliza de poco abrigo y rostro ausente. Echa de menos a Oliver y a su padre porque son buenos y él ¡está tan solo!

   Ve a un niño que corre por la acera en dirección a donde está él, seguido a poca distancia de su padre. Le da un vuelco el corazón y los niños enseguida se abrazan. Y el padre de Oliver le hace una oferta a Beltrán que no puede rechazar, que cambia su vida para siempre. Qué se vaya con ellos a su casa donde será feliz y tendrá una familia.

    Felices tumbados en una habitación doble, entre mullidos edredones Oliver y Beltrán duermen como dos benditos. Este año Papá Noel se ha superado. Antes nunca le trajo nada. Él piensa que quizás ni sabía dónde era su casa, viviendo en una cochambrosa chabola. Pero ahora le ha dado un padre y un hermano que también es su mejor amigo. En el salón bajo el árbol de navidad Papá Noel sonríe satisfecho. Ha dejado un montón de regalos para los dos niños y, entre otras cosas, una caja donde pone “Para Beltrán” y dentro de esa caja, unas deportivas del mismo estilo que las que llevaba Oliver esperan a ser descubiertas por el destinatario. Se conoce que Papá Noel tiene pajes por todos lados que lo saben todo.

  Auri.

Imagen: Limpiabotas al atardecer. Henry Santana.


 

   

 

 

 

 

 

   

5 comentarios:

  1. Querida Auri. Tu cuento hace reflexionar sobre la desigualdad que nuestro mundo, -bello y a su vez cruel- nos muestra, pero también nos abre puertas a la esperanza de que - al menos- aún y por siempre quedan personas caritativas. Pensemos que es así y que este "limpiabotas" de tu cuento no sea el único que tropiece con una.

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  2. Gracias Araceli al menos creemos en el amor y la generosidad. Soñamos con que existe.

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  3. Un cuento entrañable. La soledad que nos recuerda que no siempre es buscada. En estas fechas, parece que estar solo,























    Este precioso cuento de Auri, nos recuerda esa figura de la soledad, de esa que no es buscada. En estas fechas se magnifica, se hace gigante. En la Navidad, los recuerdos nos envuelven, nos acompañan y caminan junto a nosotros.
    Pero, yo os deseo, que nada enturbie vuestra Navidad. Os deseo a todos felices fiestas y un año venturoso, que se cumplan vuestros deseos.
    A ti Auri, trabajadora incansable, te deseo lo mejor, con un fortísimo abrazo.


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  4. Lo siento, ha habido un error y me he repetido.

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  5. Gracias María que bueno que el mundo fuera un poquito mejor y que hubieran personas que se dedicaran a ello.

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