Cae la nieve. Esos ansiados copos que se echan de menos y que sin ellos
no parece tan Navidad. Al oscurecer con el aparato automático ya se han puesto
en marcha las luces de Navidad que se apiñan y penden como racimos dorados e Iluminan
la ciudad, colgando, haciendo puente en lo alto de las calles y avenidas, sobre
las cabezas de las gentes. Los niños tiran su cabeza hacia atrás para ver estos
adornos y cada año alucinan con las novedades.
Como pasa siempre los ricos son más ricos y los pobres más pobres si
cabe. Han vuelto los oficios inusuales como los chatarreros; los revendedores
de cartones; los que andan en la basura buscando metales y otros elementos que
les aporten algo de dinero.
A la puerta de un comercio Beltrán lleva de la mano una caja de madera
de la que sobresalen dos soportes reposapiés. Le cuesta un mundo cargar con la
caja. Su oficio es limpiabotas. Hace frío, pero él no lo tiene porque se da
mucha maña en darles lustre a los zapatos, los deja deslumbrantes y de paso
entra en calor. Un hombre acompañado por su hijo sale de los grandes almacenes
y Beltrán les ofrece sus servicios:
—¡Feliz Navidad! Señor, ¿le limpio los
zapatos?, solo cobro un euro.
El hombre le sonríe y piensa «como mucho debe tener la misma edad que mi
hijo y ya trabajando».
—No necesitamos tus servicios, ¿verdad
Oliver?
—Oliver mueve la cabeza de un lado a
otro negando. —Su padre continúa diciendo…
—El caso es que me acabo de comprar
estos zapatos y todavía tardaran unos días en necesitar un buen repaso. Pero no
importa, toma cógelo, para ti el euro.
Beltrán toma la moneda que le da este señor tan amable y no puede
apartar la vista de los pies del niño al que este señor amable y bondadoso ha
llamado Oliver y es su hijo.
«¡Son las zapatillas de deporte más
bonitas que he visto en mi vida!», piensa. Y dirigiéndose a Oliver le dice con
tristeza.
—¡Son preciosas! Yo nunca podré tener
unas zapatillas como esas, pero me alegro de que tú si las tengas.
—Perdona que no te conteste. Oliver no
puede hablar, sufrió un accidente en el que perdió la voz. Aunque lo desee no
puede decirte nada. Pero le caes bien, de eso estoy seguro. Apenas tiene
amigos, es muy tímido.
Al oír Beltrán estas palabras, hace algo que ninguno de los presentes
espera, abraza con simpatía a Oliver y él le sonríe y le devuelve un abrazo muy
apretado.
El padre de Oliver se interesa por la vida de Beltrán, «es muy niño para
andar solo». Y les habla de una vida dura, de la soledad de ser huérfano.
Oliver escucha a Beltrán y siente que no es como otros niños que se ríen
de él porque no puede hablar. Toma la mano de su padre y corre llevándole con
él dentro del centro comercial y después de hablar en el lenguaje de los signos
al cabo de un rato salen. Pero Beltrán ya no está y temen no saber encontrarle.
Al día siguiente tienen más suerte ha vuelto con su caja de madera, su gorra,
su pelliza de poco abrigo y rostro ausente. Echa de menos a Oliver y a su padre
porque son buenos y él ¡está tan solo!
Ve a un niño que corre por la acera en dirección a donde está él,
seguido a poca distancia de su padre. Le da un vuelco el corazón y los niños
enseguida se abrazan. Y el padre de Oliver le hace una oferta a Beltrán que no
puede rechazar, que cambia su vida para siempre. Qué se vaya con ellos a su casa
donde será feliz y tendrá una familia.
Felices tumbados en una habitación doble, entre mullidos edredones
Oliver y Beltrán duermen como dos benditos. Este año Papá Noel se ha superado.
Antes nunca le trajo nada. Él piensa que quizás ni sabía dónde era su casa, viviendo
en una cochambrosa chabola. Pero ahora le ha dado un padre y un hermano que
también es su mejor amigo. En el salón bajo el árbol de navidad Papá Noel
sonríe satisfecho. Ha dejado un montón de regalos para los dos niños y, entre
otras cosas, una caja donde pone “Para Beltrán” y dentro de esa caja, unas
deportivas del mismo estilo que las que llevaba Oliver esperan a ser
descubiertas por el destinatario. Se conoce que Papá Noel tiene pajes por todos
lados que lo saben todo.
Imagen: Limpiabotas al atardecer. Henry Santana.
Querida Auri. Tu cuento hace reflexionar sobre la desigualdad que nuestro mundo, -bello y a su vez cruel- nos muestra, pero también nos abre puertas a la esperanza de que - al menos- aún y por siempre quedan personas caritativas. Pensemos que es así y que este "limpiabotas" de tu cuento no sea el único que tropiece con una.
ResponderEliminarGracias Araceli al menos creemos en el amor y la generosidad. Soñamos con que existe.
ResponderEliminarUn cuento entrañable. La soledad que nos recuerda que no siempre es buscada. En estas fechas, parece que estar solo,
ResponderEliminarEste precioso cuento de Auri, nos recuerda esa figura de la soledad, de esa que no es buscada. En estas fechas se magnifica, se hace gigante. En la Navidad, los recuerdos nos envuelven, nos acompañan y caminan junto a nosotros.
Pero, yo os deseo, que nada enturbie vuestra Navidad. Os deseo a todos felices fiestas y un año venturoso, que se cumplan vuestros deseos.
A ti Auri, trabajadora incansable, te deseo lo mejor, con un fortísimo abrazo.
Lo siento, ha habido un error y me he repetido.
ResponderEliminarGracias María que bueno que el mundo fuera un poquito mejor y que hubieran personas que se dedicaran a ello.
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