Sabadell, que nunca duerme
y amanece entre vapores,
es un pueblo laborioso,
sumido en un ajetreo
de gentío y de colores.
Gentes que llegan de lejos
a fabricar los tejidos,
que con mucha diligencia
muy pronto son adquiridos.
Unos que van, otros vienen,
las fábricas nunca cierran.
Entras, te pierdes, te engulle
ese ruido, te ensordece.
Esas máquinas gigantes
que tú tienes que cargar,
con esas mechas enormes
que apenas puedes llegar.
Al lado,
el ruido de los telares
es algo que te sumerge
en una baga neblina
que te abraza sin medida.
Todos llegan perfumados,
a su turno cada cual,
con ánimos al trabajo,
sin pensar en nada más.
Y van pasando las horas
con esa monotonía,
entre máquinas ruidosas
que se quedan tu energía.
Son horas que no se acaban,
que no llega el nuevo día,
con el cuerpo dolorido
después de estar doce horas.
Pero así es Sabadell,
generoso, laborioso,
reino textil del Valles,
muy acogedor también,
nombrado por sus tejidos.
Pero de este Sabadell
ya solo podemos ver
unas pocas chimeneas
y aquella torre del agua
que nos contempla orgullosa.
Un poema lleno de nostalgia, que evoca lo que fue Sabadell, una ciudad con un sello especial, de esa laboriosidad que describes, ligada al sector textil, y que hoy en día solo quedan las chimeneas, como simbolos de una época que por desgracia ya no existe. 👏👏👏
ResponderEliminarCon sus pros y sus contras Sabadell nos acogió como madre amatista. Nos dio trabajo y el trabajo prosperidad. Es cierto que no nos regaló nada. Han sido años de mucho esfuerzo. Las fabricas engullían nuestra energía. Y el textil se convirtió en una carrera a ver quién ganaba. A pesar de todo la amamos como amamos a Catalunya. Con tu poema me haces recordar que la amamos a pesar de todo
ResponderEliminar¡Muy bien referido!
Gracias, amigos, por dedicar vuestro tiempo a recordar por un momento a nuestro querido Sabadell, por vuestra fidelidad a la poesía.
ResponderEliminarRecuerdos nostálgicos. Un poema que evoca aquellas filas de personas, que a pito de sirena, se sucedían dia tras dia, sin descanso. Me llega la música de los telares, que desde la calle era eso, música, o ritmo soportable. Dentro, el ruido endordecedor, era otra cosa. Yo no estuve dentro, pero si mi msfre, mi abuela. Maria, hablas de los testigos mudos de aquellos tiempos. Un poema muy acertado para una ciudad que vivió ese momento con verdadera dedicación.
ResponderEliminarGracias Araceli. Creo, que transmitir la experiencia es loable, es como la rúbrica de nuestra firma.
ResponderEliminarGracias, este blog a conseguido el calor y la complicidad de este grupo.