Me paso el día en la cama esperando un infarto
que tarde o temprano llegará.
Cada vez veo más claro
que no valgo para nada.
Leo libros de filosofía,
sólo para fomentar mi vanidad.
Y lloro en lo más profundo
de las soledades
porque no encuentro consuelo
en otros ojos donde llorar.
El miedo a esta soledad
me aterra y temo
que ya estoy arraigado a ella.
Cada vez que termino un poema
no puedo prescindir de la adulación.
Y no sé cómo me engaño
que siempre me creo
más imprescindible que los demás.
Y aplaudo a lo que la mayoría aplaude.
Más después de lo que he escrito
no sé lo que de mí será.
Carlos Luzón
Dicen que la vida es bella. Pero en ocasiones pesa como tú bien nos cuentas en tu poema. Piensa por un momento, que ese infarto que tú vaticinas, a lo mejor le da al vecino, O quizás a mí. Pero no pretendo que sean estas palabras las que te consuelen. Quiero que pienses una cosa que a mí me ha dado resultado: Nada dura para siempre, todo pasará y volveremos a encontrarnos. No sé como, pero sé que será.
ResponderEliminarUn abrazo Carlos.