LLORANDO DE LOS MIS OJOS
(Exhorto desalentado)
Llorando de los mis ojos
sangre y hiel, besé sus pies;
y allí, clavado de hinojos,
clamé a mi amada después:
¡Muerto yago! ¡Inerte estoy
-inconfeso y sin perdón-
si me abandonaras hoy!
¡Aparta tu maldición…
o sólo seré despojos,
reliquia, desolación…!
…
¡Exánime te persigo!
¡Me desgarro! ¡Lloro a mares!
Y, únicamente, consigo
aunar zozobra y pesares,
a causa de este castigo
que es, ya, epitafio de muerte.
¡Postrado, ante ti, mendigo
lo que, antaño, fue tenerte
y, hogaño, me retornares!
…
¡Ay! ¡Si yo tuviera acceso
a tu lecho y aposentos!
A este corazón travieso…
¡Tan pletóricos momentos
le permitieran soñar!
Pero tú, cruel, me desdeñas
al mis ruegos rechazar
y, en zaherirme, te empeñas.
…
¡Por piedad, amada mía…!
Imploro a tu corazón
-noche a noche, día a día-
cese esta tribulación
que, otrora fuera ilusión,
y, agora… ¡me mataría!
Luis Arranz
He tenido que releerlo, pues pensaba, así de entrada que era un poema de nuestros grandes poetas, esos que seguimos y admiramos. He visto que no, que es del maestro, de Luis Aranz. Aunque ya nos tiene acostumbrados a la soltura de su pluma como gran poeta, es este poema como la guinda del pastel, en vocabulario de los grandes.
ResponderEliminarEnhorabuena Luis, magnifico poema.