LA INFANCIA LEJANA
Hoy quiero recordarles
la infancia lejana,
aquella que a todos nos
queda en el alma.
Aquella que, sin darnos
cuenta,
vuelve hacia nosotros cuando
el tiempo pasa,
aquella que pronto, muy
pronto, se pasa.
Mi casa era casa de muy
pocos lujos.
En un dormitorio,
dormíamos juntos.
Cocina pequeña, enseres,
los justos,
y una silla vieja para
cada uno.
Con un solo sueldo, eso
ya era mucho.
Una mesa estrecha,
estrecha la sala,
si habrías la puerta,
aún más se estrechaba,
y si la cerrabas, el sol en verano nos achicharraba,
pues nunca hubo un árbol
que nos cobijara.
Olor a petróleo, los
inviernos crudos.
La estufa de hierro, de
color oscuro,
y yo en Navidades, si
había familiares,
jugando en el suelo o
haciendo dibujos.
Que de un solo sueldo,
no salen más lujos.
Detrás de la casa,
junto al lavadero donde
ella lavaba,
mi abuela hizo un
jardincillo.
Las petunias blancas,
geranios floridos,
rosas encarnadas,
llenaban de vida
y de primaveras,
nuestras esperanzas.
No había más lujos en
aquella casa.
Y a pesar de ello, yo,
yo tuve un muñeco,
una bicicleta, una pala
y un cubo,
un montón de arena.
Hasta un patinete me
compró mi abuela.
Tuve una pelota y un
trenecillo.
¡Ah! Y un reloj de cuco que
daba las horas
con su canto absurdo,
más que absurdo, pillo.
CUCÚ --CUCÚ
Recuerdo que yo, viendo
aquel reloj,
contaba los días para
ser mayor.
Recuerdo que yo, siendo
tan pequeña,
ya me daba cuenta que de
un solo sueldo
para los juguetes no
llegaba apenas.
¡Cuánto sacrificio que
hacía mi abuela!
Y así mi niñez fue
quedando atrás,
cuando una mañana, en
lugar de saltar
camino al colegio, me
fui caminando.
Ahí me di cuenta que
hacía semanas
que ya no jugaba,
y loca de rabia,
encolerizada,
yo, yo tiré la comba
hacia la cuneta.
¡Ya no he de dar saltos!
Pues ya soy mayor,
y las señoritas que son
educadas,
han de andar muy tiesas,
y muy bien peinadas.
Y mayor me hice… aquella mañana.
Quedó atrás la infancia.
Aquella que a todos nos
queda en el alma.
Aquella que, sin darnos
cuenta,
vuelve hacia nosotros
cuando el tiempo pasa.
Y añoras la comba, tu
vieja guitarra
o aquellas muñecas que
tú recortabas,
y quieres saltar como
antes saltabas,
pero son tus piernas las
que ahora no saltan.
Quedó atrás la infancia,
la vida es así.
Y alguna mañana yo, yo
veré salir
aquí en mi cabeza unas
mechas blancas
y me daré cuenta que soy
una anciana.
Quise ser mayor durante
mi infancia,
y ahora querría… volver
a ser niña
alguna mañana.
Araceli nos transporta a la niñez, esa, que aunque parezca lejana, en cualquier momento, por cualquier circunstancia, nos regresa para ver la película de unos días que de alguna manera han diseñado lo que somos ahora. A ella le gusta contar historias, anécdotas vividas, y ella como poeta, las conserva y las revive de nuevo cuando llega la ocasión: nostálgica a veces, divertida otras. Pero así, de poema en poema, podemos conocer un poco la vida que quedó atrás.
ResponderEliminarBien, Araceli, por regalarnos una niñez, nostálgica.