En la Mitología griega, el monte Parnaso era el lugar
en donde residían las Musas. Poder entrar en él, era la aspiración más alta de
todos los poetas. La corona de laurel era el símbolo más preciado que
distinguía a los grandes maestros.
De camino hacia el Parnaso,
trovador, bardo y poeta…
antes que llegue el ocaso,
ascenderán a su meta.
Por senderos tortuosos;
por veredas peligrosas;
cansados y sudorosos;
con miradas afanosas…
por fin, a la entrada llegan.
Exhiben su producción
y, todos ellos alegan
valor y dedicación.
En un cofre, guarnecido,
hay quien muestra su poesía.
En cambio, otros han traído
alforja medio vacía.
Las Musas elegirán
entre ellos, a los mejores
y, sus nombres cantarán
con sus odas… sus loores…
Expectantes permanecen…
Sus dientes castañetean
y, las horas enlentecen…
Los nervios les espolean.
Clara noche los ampara;
la luna está en su esplendor;
y… ¡Aspira a ser el mejor!
¿Qué poemas les darán
acceso a la eterna gloria?
¿Qué cabezas lucirán
el laurel para la Historia?
¡La decisión se hace larga!
¡Las Musas son implacables!
¡Juzgar es pesada carga!
Los fallos… ¡Inapelables!
En las puertas del Parnaso
han aparecido, inscritos,
los que tienen libre el paso.
Los demás… ¡Son los malditos!
Los elegidos serán
laureados y dichosos.
Los malditos vagarán
por caminos escabrosos.
Poetastros, castigados
a la exclusión permanente.
Pronto serán olvidados.
¡Se pierden entre la gente!
Es… la rigurosidad
propia de excelsas Deidades.
Aquí no existen: piedad,
titubeos ni amistades…
Felicidades Luis, por este poema tan bonito, que sin duda te deja en las puertas del Parnaso
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