Yo busqué un mar donde acaso lo hubo,
en las áridas planicies desiertas de la aurora
donde un vestigio aflora de vida tan antigua
que hace triste y pequeña la soberbia del hombre.
Yo busqué un mar oteando las nubes,
velas blancas de adioses,
en las tardes tranquilas cuando el viento traía
desgajados recuerdos, olvidos primigenios.
Me supe náufrago bajo olas de lluvia
y nauta de sueños en presentidos océanos.
Espumas modeladas en arcilla,
varaderos de piedra y ocultas caracolas
decían su nostalgia al agua de los ríos.
Crecí mirando al cielo que besaba los mares
con sus labios de sol
en lejanas auroras e incendiados ocasos.
Pero no sentí en la boca el sabor de la noche,
el regusto de sal de un desierto marino,
la agria bocanada oscura de los vientos.
Ni supe de los puertos donde regresa siempre
el tiempo con sus barbas salpicadas de escamas,
ni de islas que crecen quebrando el horizonte,
ni de arenas vírgenes donde pone la tarde
su dorado rubor, ni de tumbas de agua
cuando dejan las olas un cielo de cipreses.
Y sin embargo busqué el mar.
Busqué el mar porque en mi sangre
naufragaba la vida.
Jesús Andrés Pico
(V Día de la Poesía. Segovia, 2014)
(Del libro Orento, 2015)
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ResponderEliminarGracias, María, por estar siempre orilla el mar salado de mis poemas. Un abrazo.
EliminarVas desgranando versos impregnados de belleza, y mientras intentamos otear el mar, un mar antiguo que siempre nos llena de vida.
EliminarBuen poema Jesús.
No se que tiene el mar que unos lo admiramos y otros lo buscamos con las palabras, porque no queremos ser náufragos. Como todos tus poemas que siempre dicen mucho. Felicidades
ResponderEliminarEl mar, la mar, el misterio insondable de la vida. Gracias, Auri.
EliminarUn relato poético, profundo y reflexivo, impregnado de tu maravillosa pluma "marítima". Muy bueno, Jesús!!
ResponderEliminarMuchass gracias, Francisco.
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