(SE NON È VERO, È BEN TROVATO)
Llegarás con retraso— diez minutos—
me dirás mientras abres un paréntesis
de sonrisa y carmín de labio a labio.
Dos besos de rosado protocolo
tiznarán de nostalgia mis mejillas.
Cambiaremos lisonjas anacrónicas,
cortesías para romper un hielo
de más de veinte años;
yo te diré que estás igual que entonces,
tú me dirás que aceptas
solamente una mentira por noche.
Luego abriré la puerta
de ese italiano a dos calles del metro
al que hace tiempo que querías ir
y entraré tras de ti como el que sigue
los pasos de un ritual desconocido.
Nos iremos, buscando la reserva,
quitando los abrigos y los nervios,
tú dejarás tu iphone sobre la mesa,
yo iré desabrochándome el recelo.
me dirás mientras abres un paréntesis
de sonrisa y carmín de labio a labio.
Dos besos de rosado protocolo
tiznarán de nostalgia mis mejillas.
Cambiaremos lisonjas anacrónicas,
cortesías para romper un hielo
de más de veinte años;
yo te diré que estás igual que entonces,
tú me dirás que aceptas
solamente una mentira por noche.
Luego abriré la puerta
de ese italiano a dos calles del metro
al que hace tiempo que querías ir
y entraré tras de ti como el que sigue
los pasos de un ritual desconocido.
Nos iremos, buscando la reserva,
quitando los abrigos y los nervios,
tú dejarás tu iphone sobre la mesa,
yo iré desabrochándome el recelo.
Tomará el camarero buena nota
de la uve de tu escote y la bebida;
“lambrusco negro”—pedirás—, buscando
en mi mirada la aprobación cómplice
de un recuerdo común.
Entrantes con halagos y aceitunas
cubrirán el mantel y algún silencio,
preguntaré—con pose filosófica—
si sabes cuánto azul cabe en tus ojos
y al borde de un rubor incandescente,
te reirás y dirás que no he cambiado.
de la uve de tu escote y la bebida;
“lambrusco negro”—pedirás—, buscando
en mi mirada la aprobación cómplice
de un recuerdo común.
Entrantes con halagos y aceitunas
cubrirán el mantel y algún silencio,
preguntaré—con pose filosófica—
si sabes cuánto azul cabe en tus ojos
y al borde de un rubor incandescente,
te reirás y dirás que no he cambiado.
Brindarás por el reencuentro y el vino
será la magdalena;
cada sorbo que demos abrirá
un gozne oxidado de la memoria.
Evocaremos besos a deshoras,
tiempos pretéritos e indefinidos
en los que despertábamos con hambre
junto al mar y el sol era
un dulce de membrillo
sobre el mantel azul del horizonte.
Casi sin darnos cuenta,
habremos devorado ya el risotto
y un crujiente antipasto de recuerdos.
será la magdalena;
cada sorbo que demos abrirá
un gozne oxidado de la memoria.
Evocaremos besos a deshoras,
tiempos pretéritos e indefinidos
en los que despertábamos con hambre
junto al mar y el sol era
un dulce de membrillo
sobre el mantel azul del horizonte.
Casi sin darnos cuenta,
habremos devorado ya el risotto
y un crujiente antipasto de recuerdos.
Dejaremos, quizás para otra cita,
las circunstancias que nos distanciaron;
ninguno de los dos hará el intento
de amargar con reproches el espresso
y una concupiscencia floreciente
primará sobre culpas y ucronías.
las circunstancias que nos distanciaron;
ninguno de los dos hará el intento
de amargar con reproches el espresso
y una concupiscencia floreciente
primará sobre culpas y ucronías.
Nos habremos cogido de las manos
y estarán cómodas con nuestro tacto.
Vaciaremos dos copas de amaretto
tras un tiramisú de insinuaciones:
—Este puente mi ex tiene a los niños.
— ¿En qué hotel de Madrid te has alojado?
y estarán cómodas con nuestro tacto.
Vaciaremos dos copas de amaretto
tras un tiramisú de insinuaciones:
—Este puente mi ex tiene a los niños.
— ¿En qué hotel de Madrid te has alojado?
Planearemos nuestro próximo encuentro
como los jóvenes que un día fuimos;
eran grandes entonces
los amores pequeños.
como los jóvenes que un día fuimos;
eran grandes entonces
los amores pequeños.
Saldaremos la cuenta y de propina
te besaré con labios torrefactos
y tú me teñirás de rojo el beso.
te besaré con labios torrefactos
y tú me teñirás de rojo el beso.
Saldremos del local y ya en la esquina,
te subirás a un taxi
con la promesa de llamarme el viernes.
Yo miraré la hora en el teléfono.
Habrá comenzado a llover y el metro
estará algo más lejos que a dos calles.
te subirás a un taxi
con la promesa de llamarme el viernes.
Yo miraré la hora en el teléfono.
Habrá comenzado a llover y el metro
estará algo más lejos que a dos calles.
El alba que devora la mañana
deja manchas de nube en las aceras,
un cielo desconchado y con goteras
y cáscaras de niebla en la ventana.
y cáscaras de niebla en la ventana.
Un hilo tímido de luz hilvana
el hueco de tu ausencia a mis ojeras
y empiezan a enjugarse las primeras
hebras de escarcha y polvo en la persiana.
el hueco de tu ausencia a mis ojeras
y empiezan a enjugarse las primeras
hebras de escarcha y polvo en la persiana.
Vuelve el sol desganado a sus quehaceres
impíamente ajeno a lo que alumbra
como un renglón tachado en un cuaderno.
impíamente ajeno a lo que alumbra
como un renglón tachado en un cuaderno.
El cielo es un enjambre de alfileres
y una desmadejada bruma adumbra
la pálida rutina del invierno.
y una desmadejada bruma adumbra
la pálida rutina del invierno.
Ismael Pérez de Pedro,
Es tan fácil en este poema imaginar una cita clandestina, casi verla. ¡la relata con tanto detalle! El amor de otros tiempos, el encuentro que sube la adrenalina, que renueva las emociones y hace que los protagonistas se sientan jóvenes como en otro tiempo.
ResponderEliminarMe ha gustado el poema.