TENGO LAS MANOS
BLANCAS
(ÁFRICA)
Tengo
las manos blancas
lavadas
por los siglos, el hielo y las tormentas
que
azotan desde siempre estas tierras al norte
de
tu piel requemada.
Tengo
las manos blancas
de
mirarse a sí mismas y creer
que
las huellas en la nieve
son
más ciertas que las huellas que borra
largamente
el viento en tus desiertos.
Tengo
las manos blancas
porque
blanca es la ira
de
los puños
y
los dedos apretados
por
poseer la nada:
polvo
dorado, refulgentes mentiras
y
un blanco desaliento
cercano
a la impotencia.
Sin
embargo…
Fueron
tuyas mis manos
al
despertar el tiempo su letargo de piedra
para
contar la vida por tormentas y lunas.
Fueron
tuyas mis manos
al
rozar por vez primera el relieve del aire
y
tocar otras manos.
Fueron tuyas las manos
que
eran ojos y devinieron palabras,
las
manos que eligieron no ser garras, ser caricia
o
cuenco donde mitigar la sed y apoyar la frente
y tomaron el rayo para alejar los miedos
de
la noche transformando la informe geología
en
cotidianos objetos
perdurables
como el amor
con
que fueron creados.
Manos
que subieron
a
descubrir la nieve, manos
que
se quedaron bajo el sol inclemente,
manos
peregrinas, manos nómadas,
manos
pródigas que volvieron -quién sabe
las
vueltas del destino-,
¿quién
recuerda, si no la arcilla, tantos
avatares,
tantas idas y venidas,
tantas
alas migratorias…?
Hoy
ascienden tus manos, suben
a
buscar su blancura, la nieve
que
olvidaron, la lluvia
entretegida
en un sueño circular y primigenio,
más
oscuras que nunca y más tristes,
más
vacías y solas.
Tus
manos, como desplumadas alas,
sarmientos
sin raíces,
agitadas
sobre olas de un Estrecho de muerte,
vienen,
acariciando espumas,
pidiendo
lo que es suyo
y
tal vez olvidaron.
Tienen
el alma negra
y
un viejo olor a sangre.
Traen
el sol para mis manos.
Jesús Pico
Estas manos nos sumergen en un retrato conmovedor. En estos días, que vemos nuestras vidas tranquilas volando por los aires, acongojados por pérdidas y desdichas, miedos y un poco de locura. Vienes tú y nos recuerdas las desdichas de tantos, y tantos seres, de tantos años que no se pueden contar. Cuando sus manos sembraban y no siempre recogían. Desdichas, sueños rotos y un desierto de arena y de indiferencia. Todos mirando, nadie buscando remedio. Triste, triste y conmovedor.
ResponderEliminarY esas manos tuyas Jesús, que nos han llevado a buscar la sombra de una encina, a conocer tu tierra desde el alma, desde los sentimientos en la mejor forma de un poema.
Manos, benditas manos.
Gracias María. Ser poeta es mirar alrededor y ver con otros ojos. Contarlo luego y llegar al alma del lector que se descubre en nosotros, tan importante como uno mismo. Sin vosotros y vosotras mis manos serían estériles.
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ResponderEliminarUn abrazo, Araceli.
EliminarComo siempre Jesús, sabes emplear las palabras y los conocimientos, para acabar creando poesía o prosa, da igual, al final te has conveetido en un erudito de las letras, no en vano has ganado tantos premios. Felicidades por tu buen escribir, es un privilegio poder leerte Jesús. 👏👏👏😉
ResponderEliminarGracias, Francisco. Los poetas, tú lo sabes, vamos dejando retales del alma, con mejor o peor fortuna. La práctica o la facilidad para la escritura, ayuda al fondo, ese fondo innato que rezuman los componentes de Poesia a Trenc d'Alba.
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